jueves, enero 31, 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

El locuaz secretario de Interior y miembro del Comité Político del partido oficialista, Franklyn Almeyda, debería excusarse ante el país por la forma en que degrada el debate electoral.

Y en el caso probable de que no lo haga, su superior, el presidente Leonel Fernández, se haría un inmenso favor desautorizándole públicamente o despidiéndole del cargo.
El más elemental concepto de la decencia impone el respeto de las dignidades y de los adversarios, para garantizar un proceso pacífico que preserve la tranquilidad y el sosiego relativos en que vivimos.

Y la estricta observación de esa norma tiene necesariamente que venir primero desde la cúspide, para evitar que la irracional tendencia a sacar el discurso de su cauce normal, tan característico en la política dominicana, nos lleve a la confrontación e imponga la violencia física como ley.

Si el señor Almeyda, u otros con más autoridad que él, no retiran sus penosas y ofensivas referencias al candidato principal de oposición y a otras dos figuras importantes del PRD, nada de extraño tendría que desde ese litoral se aliente un sentimiento similar contra los líderes del gobierno y en especial contra la figura del jefe del Estado, quien también es candidato a un nuevo período constitucional.

Si dirigentes de la experiencia y el nivel cultural del secretario de Interior no son capaces de medir sus pronunciamientos y cuidar sus expresiones, aún las dirigidas a sus oponentes, es previsible que a otros niveles las pasiones encuentren más amplio espacio para moverse.
Los dirigentes del PLD no parecen darse cuenta que las excesivas menciones del candidato Vargas Maldonado cuestionan las ventajas que se atribuyen a la candidatura del Presidente.

La virulencia verbal de esta campaña, lejos de alentar esperanzas, amenaza con revivir la guerra civil que los dominicanos llevamos sembrada en el corazón.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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