FARID KURY
Muchos políticos creen que la mejor forma de combatir las encuestas electorales adversas es publicando otras colocándolos en situaciones ventajosas o al menos no tan adversas.
En las elecciones de 1994 el PLD obtuvo 14 por ciento de los votos. Muchos peledeístas creyeron que fueron las encuestas las que los derrotaron, por lo que para triunfar en la próxima contienda electoral había que contratar una firma encuestadora que metiera al PLD en la llamada guerra de encuestas.
Leonel Fernández nunca creyó en aquellas conclusiones. Por eso, convertido ya en candidato presidencial, fue del criterio de que, en vez de eso, lo que debía hacerse era ganar el favor del electorado con inteligencia, buenos planteamientos y buen manejo. Así lo hizo y triunfó.
Al parecer la lección no fue del todo aprendida. En las elecciones de 2000 la dirección de campaña peledeísta creyó que la manera de combatir las verdaderas encuestas es publicando otras, colocando a Danilo Medina alejado del doctor Balaguer, e incluso cerca de Hipólito Mejía.
El resultado demostró que esa táctica no resultó buena, y si de algo sirvió fue para demostrar que los políticos, en situaciones adversas, a veces recurren a la manipulación.
La firma española Sigma Dos se prestó a ese juego, y quedó tan mal parada que jamás nadie en la República Dominicana se le ha ocurrido contratarla. Por más que quiso proyectar unas preferencias irreales, al final, el candidato del PLD quedó prácticamente empatado con el anciano Joaquín Balaguer y muy lejos de Hipólito Mejía. Las encuestas pagadas, sencillamente, no variaron la percepción ni la preferencia del electorado.
En el 2004 el error lo cometieron los perredeístas. Cuando todas las encuestas prestigiosas colocaban a Leonel Fernández ganador en la primera vuelta, publicaron varias encuestas con números totalmente inversos a lo que publicaban por ejemplo, la Gallup, la Penn and Schoen y la Hamilton.
Los resultados, sin embargo, fueron exactamente como lo predijeron las encuestas mencionadas. A pesar de esa manipulación y del uso desmedido de los recursos del poder por parte del presidente Hipólito Mejía, el doctor Leonel Fernández ganó en la primera vuelta con 57 por ciento de los votos.
Las encuestas falsas, pagadas y hechas a la medida, como en el 2000, no pudieron cambiar ni un milímetro la simpatía electoral. Lo único que sí lograron fue cargar con el descrédito que implica prestarse a amañar y manipular datos, como le ocurrió, por ejemplo, a la hasta entonces prestigiosa y bien conocida encuesta de Ana María Acevedo, que tenía fama de ser muy certera.
Ahora el ingeniero Vargas Maldonado está cometiendo el mismo error de Danilo Medina en el 2000 y de Hipólito Mejía en el 2004. Frente a las encuestas imparciales y con credibilidad que han presentado de manera reiterada y sistemática a Leonel Fernández como puntero y con posibilidades hasta de ganar en primera vuelta, ha autorizado la publicación de otras colocándolo en primer lugar.
Ese proceder se fundamenta en el criterio errado de que las encuestas pueden modificar la percepción y la preferencia electoral de los votantes. No se dan cuenta que las encuestas lo único que hacen es sacar a flote el sentimiento de la gente, reflejar con números y estadísticas, la preferencia momentánea del electorado.
Ninguna encuesta puede variar o torcer la voluntad de los votantes. El que crea lo contrario estaría subestimando la capacidad del elector y perdiendo su tiempo y dinero, y un candidato inteligente y bien asesorado nunca comete ese error.
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