jueves, enero 10, 2008

Entre Enriquillo Durán y Sánchez Acosta

Por Reginaldo Atanay

.La embajadora Minerva Bernardino y Reginaldo Atanay

Nueva York. (Atanay.Com).- No hace muchos días que en Santo Domingo, por donde termina el Malecón y donde casi comienza Haina, en un barrio nuevo, montado en una colina, soltó la vida un excelente reportero grafico, aquejado por un cáncer al hígado.
Enriquillo Durán, cofundador del diario El Caribe, tuvo el mismo padecimiento que llevó a la tumba hace menos de un año a otro gran amigo y excelente artista, médico y persona: Manuel Sánchez Acosta.

Tanto Manuel como Enriquillo comenzaron a enflaquecer. "como quien no quiere las cosas". Manuel, como médico al fin, intuyó lo que le pasaba, hasta que un diagnóstico en un hospital de Manhattan, le confirmó qué era lo que le estaba disminuyendo la vida.

Tanto Manuel como Enriquillo, fueron amigos entrañables de quien esto escribe. Fueron muchas las sesiones de bohemia que tuvimos los tres en casa de la embajadora Minerva Bernardino, de la avenida Park y calle 86 en Manhattan; y ambos, de oficios muy diferentes, tenían el mismo carácter. Simpáticos, alegres. y de vez en cuando algo resabiosos. A esas tertulias asistían también Rafael (Bullumba) Landestoy, y Mercedes Sagredo.

Con Enriquillo y con Manuel, nuestra amistad creció desde hacía unos 50 años. En Santo Domingo, era un punto artístico especial el restaurante El Baitoa, en la calle El Conde, donde Sánchez Acosta era el anfitrión. La bohemia estaba allí en plenitud. (Allí había otro Enriquillo: el músico Enriquillo Sánchez, creador de La guardia con el tolete

Con Enriquillo Durán recorrimos "la Seca y la Meca" del país en viajes de trabajo. Y de diversión, también. Lo mismo ocurrió en Nueva York.

En nuestra reciente estadía en Santo Domingo, en noviembre, estuvimos en casa de Enriquillo; un Enriquillo medio moribundo nos contestó con un medio abrir de ojos y leve movimiento de la diestra que nos reconocía. Entonces, quisimos sentirnos como cura que administra la extremaunción, el viático, y quisimos, al través de nuestras manos, traspasar un poco de energía al viejo amigo; aunque la energía no pasaría como debía, pues la noche anterior libamos vino en un par de restaurantes especializados, junto a Julio Serrallés Curet, José del Castillo Pichardo, José Pimentel Muñoz y Saúl Pimentel. Pero estamos seguros que el afecto fraterno allanó el camino, para que llegara algún calor al amigo moribundo. Enriquillo murió unas dos semanas después.

Durán y nosotros compartimos las mismas fuentes de trabajo: en el desaparecido periódico La Nación, de Santo Domingo; y en El Diario-La Prensa, de Nueva York, donde Enriquillo fue jefe de laboratorio fotográfico, y nosotros desempeñamos algunas posiciones, entre ellas la de Director Asociado.

Ya hacía algunos años que Enriquillo se había retirado a vivir a Santo Domingo. Y era, ese inmenso capitaleño, un cúmulo de anécdotas jocosas. Querido de figuras cimeras del periodismo dominicano, como lo han sido Germán Emilio Ornes Coiscou y Rafael Herrera Cabral.

Con esas figuras del periodismo, y Enriquillo, nos tocó presenciar situaciones jocosas-embarazosas. En una ocasión en que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) tributaba en Nueva York un homenaje al periodista cubano Guillermo Martínez Márquez, Enriquillo y nosotros fuimos a visitar a Ornes al hotel donde se hospedaba. Al llegar, Germán Emilio estaba, como casi era su costumbre, leyendo. Nos abrazamos. y comenzaron los recuerdos. las anécdotas.

Enriquillo llevó unas cuantas fotos, entre ellas unas de Ornes junto a Trujillo. "Germán Emilio", dijo Durán, despreocupadamente. ¿Recuerdas aquella vez en que fueron unos periodistas extranjeros a visitar a Trujillo, en el Palacio, que estábamos tú y yo, y Trujillo les dijo a esos periodistas, 'éste Ornes es como un hijo mío?"

Ornes dejó salir de su boca una sonrisa, observo esa y otras fotos, y seguimos hablando.

Al salir del hotel, le recriminamos a Enriquillo: "Ombe, Enriquillo, sabes los problemas que Germán Emilio tuvo con Trujillo después. ¿Cómo te pusiste a eso? Y repuso con un dejo de ingenuidad. "Es es pendejá, eso ya pasó".

Otra situación, fue con Rafael Herrera. El querido amigo Víctor Gómez Bergés nos había invitado a que participáramos en la puesta en circulación de su libro "Las causas de dos derrotas", en la Casa de Bastidas. Como invitado principal estuvo el doctor Salvador Jorge Blanco, quien a la sazón ostentaba el poder político criollo, como Presidente de la República.

Comenzamos a hablar con Rafael Herrera, de distintos temas. Enriquillo, quien hasta ese momento estuvo alejado de nosotros, se acercó, y nos dijo: "Mira, Atanay, no le hagas caso a Rafael. El me botó de El Caribe"

Herrera echó a reír como sólo él solía hacerlo. Y es que en aquella ocasión que recordaba Enriquillo, fue un acto noticioso de mucha importancia que se produjo en un pueblo del interior del país. Enriquillo había tomado las fotos para El Caribe, y le entregó el rollo a un chofer del periódico, para que lo llevara a la Redacción. El detalle de eso fue que Enriquillo, que a veces era distraído, al chofer a quien le entregó el rollo, fue al de La Nación, y ¡claro! Fue ese periódico el que salió con la primicia fotográfica.

Luego en Nueva York, volvimos a coincidir Herrera, Enriquillo y nosotros. Fue cuando el Instituto Duartiano de Nueva York le rindió un homenaje a Herrera, para el cual nos solicitamos que presentáramos al homenajeado. Herrera estuvo acompañado del Arzobispo Hugo Eduardo Polanco Brito y del Obispo Antonio Camilo, de La Vega, así como de su hijo, Héctor Cabral. ¡Volvieron las recriminaciones, las risas y las anécdotas de tiempos idos!

Al recordar ahora a esos queridos amigos nos queda la satisfacción de que aunque en sus últimos días tuvieron padecimientos serios, desarrollaron una vida larga - noventona-- con mucho amor a su país, y a sus preferencias artísticas.

Meditación

Para la meditación de hoy: Hay de todo. Para todos. No tienes que apresurarte por echarle mano a lo que está a tu alcance, por temor a que otro lo agarre primero. Todo es orden en el universo. Y lo que está para ti. ¡Es para ti que está! Nadie puede, aunque quiera, quitarte lo que te corresponde. Y si te lo quitan, es por corto tiempo. El Administrador Cósmico distribuye todo de acuerdo a los merecimientos. De ahí que debamos armonizarnos con el Todo Augusto, para estar. "en armonía con el Infinito."

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