La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Las autoridades haitianas han encontrado otra debilidad en sus pares dominicanos. Ante informes sobre aislados casos de gripe aviar en la región oriental, la más lejana de las fronteras, el gobierno de Puerto Príncipe ha prohibido la importación de huevos y pollos desde el territorio nacional.

La medida ha estremecido a la industria avícola, que exporta buena parte de su producción al vecino estado. Las pérdidas se estiman en millones de pesos y de prolongarse la restricción podría conducir a la quiebra de productores, en especial a los medianos y más pequeños.

Alarmado por la situación, el gobierno invitó a una comisión de funcionarios haitianos para una inspección sanitaria, pero la medida se mantiene a despecho de haberse comprobado que el virus no representa peligro para la industria nativa. Los productores han solicitado el auxilio del gobierno y se proponen, según han dicho a la prensa, sacrificar cerca de millón y medio de gallinas ponedoras, si no encuentran salida al problema.

Si llegara a ocurrir, los efectos en el consumo serían graves en el mediano plazo. La disminución de la población avícola se sentiría en la oferta de huevos y carne de pollo, con efecto sobre los precios.

Es sorprendente que el gobierno no desalentara esos vaticinios y despejara las brumas que envuelve a ese importante sector de la economía, porque bastaría con garantizar a la industria la compra del volumen dirigido a Haití y lo destinara a suplir a los hospitales, asilos, centros infantiles, cárceles, escuelas, fuerzas armadas, policía y los damnificados de las últimas tormentas, si aún quedan, etc., sin necesidad de lanzarlos al mercado para no abaratar los precios en perjuicio de los productores.

Con ello también se enviaría un claro mensaje a los vecinos de que una decisión unilateral como la que han tomado no puede causar los inconvenientes tal vez deseados.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
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