JOSÉ LOIS MALKUN
Los pueblos se ponen rabiosos cuando alguien se burla de sus sentimientos o de su patriotismo. Peor aun, cuando se burlan de su pobreza. Son extremadamente sensibles a esas desconsideraciones. Pero la burla se torna grave y peligrosa cuando está matizada por el engaño.
Los dominicanos se sienten profundamente defraudados con los políticos que se burlan de ellos. Especialmente los pobres. Se tornan furiosos y con razón. Expresan su rebeldía con protestas callejeras y huelgas ya que difícilmente la prensa comprende la magnitud de sus desgracias. Pero esas pacificas manifestaciones de protestas se convierten, gradualmente, en focos de insurrección. Lean nuestra historia para que lo entiendan.
Este Gobierno está usando, a escala geométrica, la burla como arma política. Una burla matizada por la mentira en todo lo que dice y hace. Una muestra de ellos es el tratamiento que le da al problema de los precios de los alimentos. Los pobres aceptan su desgracia y la llevan como testimonio de la deuda social que se tiene con ellos, mientras tengan alguna esperanza. Aceptan las excusas de los gobernantes, si estas muestran respeto y sinceridad.
Pero con el tema del precio de los alimentos, desde el presidente Fernández Reyna, hasta funcionarios prepotentes y sarcásticos, lo que están haciendo es burlarse de los pobres. Y eso es sumamente peligroso.
Las rebajas de precios anunciadas son una burla inaceptable, que no hay forma de llevarla a los comercios donde compran los pobres. Y peor es la forma de cómo han querido coaccionar a los dueños de almacenes y supermercados, para que anuncien rebajas forzadas e insostenibles, que responden a una coyuntura política electoral. Jugar así con los mercados se paga muy caro.
La verdadera razón de estos aumentos, es que el Gobierno disparó los costos internos de las empresas, por las tres reformas fiscales que realizó para financiar la reelección y enriquecer sus bolsillos. Pero también por la escasez. La producción de arroz viene cayendo en picada y lo que hay almacenado no cubre el consumo de un mes. La oferta de víveres se ha reducido substancialmente, convirtiendo el plátano y la yuca en bienes de lujos en la mesa de los pobres.
La producción de habichuelas casi desaparece del campo dominicano cuando se llegó a producir hasta un millón de quintales en el 2003. Todo por la improvisación, porque después de las dos tormentas del pasado año se debió usar el dinero del Metro para sembrar todas las áreas dañadas. No se hubiera inaugurado el Metro en febrero, pero tendríamos mucha comida a precios accesibles.
Si este Gobierno no entiende que debe tomar medidas fiscales e institucionales urgentes y creíbles para reactivar la maltrecha economía y anunciar un firme compromiso para el rescate del agro dominicano, nos podemos hundir muy pronto en el caos e ingobernabilidad. Y si se reelige, eso es casi inevitable, porque el poder ciega a las personas, más cuando se han hecho adictos a la burla y la mentir
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