domingo, diciembre 30, 2007

Tormentas, oración y muertos

Enviado Por Modesto Reynoso
Subsecretario de Relaciones Internacionales del PRD

Ante los desastres, causados por fuerzas de la naturaleza unidas a fallos humanos, como fue el caso de la tormenta noel y el desagüe de la presa de tavera, hemos enumerado doce acciones humanas posibles. de todas ellas, me quiero detener ahora en esta última.

Por Ramón Benito de la Rosa y Carpio / El Caribe
INTRODUCCIÓN

El contenido que ofrezco a continuación es el de una homilía, hecha ahora texto para una meditación o reflexión más detenida. La pronuncié el jueves 20 de diciembre 2007, en la Catedral Metropolitana de Santiago Apóstol, al celebrar la misa de “nueve días” por los muertos, víctimas de las aguas de la tormenta subtropical Olga y del desagüe de la Presa de Tavera.

Aquel día hicimos memoria, uno por uno, de 52 muertos, dominicanos y haitianos, de los cuales 26 cuerpos habían sido rescatados y registrados por las autoridades competentes. Los otros 26 eran nombres recogidos por los sacerdotes en sus parroquias y dados por fallecidos por sus familiares, pero cuyos cuerpos aún no habían aparecido.

En dicha celebración conmemorativa, estuvieron presentes el vicepresidente de la República, la Primera Dama, el gobernador provincial, el Senador de Santiago, el Jefe de la Policía Nacional, el de la Región Norte, otras autoridades más, los sacerdotes párrocos de las víctimas, los familiares de los difuntos, otros damnificados y fieles.

He aquí, pues, la reflexión que presento a la consideración de todos.
Son tres puntos, fundamentalmente.

1 LA OBRA HUMANA. Ante una catástrofe, de cualquier género, causada por las fuerzas desatadas de la naturaleza, la acción humana es múltiple. La primera reacción lógica y natural, es “la de salvar vidas”. Luego, vendrá la reparación de daños.

Así, en la triste mañana del miércoles 13 de diciembre, la labor prioritaria de las autoridades locales, que se habían pasado toda la noche despiertos en tarea de prevención, fue la de rescatar, con helicópteros y otros medios, veinte personas enganchadas sobre árboles.

Unidos a ese trabajo, se laboró en reubicar a miles de damnificados, amontonados en los refugios más inmediatos, las Iglesias

Terminadas las faenas de rescate y de búsqueda de refugios, la atención se volcó a resolver las urgencias de los damnificados: vestidos secos, frazadas para el frío, sábanas, colchones, pampers, agua, comida, medicina.

A ellas seguirían las emergencias, como la limpieza de los cientos de casas, inundadas por las aguas y llenas de lodo, con todos sus utensilios domésticos inutilizados.
Luego otras acciones del Gobierno, acompañadas de gestos solidarios: la recuperación de los cuerpos muertos, el diagnóstico detallado de los daños causados, la dotación a viviendas de sus objetos perdidos o dañados, la reparación de casas semi-destruidas, la construcción de unas 620 viviendas totalmente caídas, la reubicación de más de 15,000 familias situadas en zonas de alto riesgo y peligro en las márgenes del Río Yaque, sus afluentes y cañadas, más otras obras de prevención.

Esta es la obra humana más inmediata y visible. A ella se agrega, el apoyo sicológico, la menos notable, tal vez, de todas las ayudas posibles: la sanación de daños anímicos, profundos sentimientos de miedos e inseguridades, tristezas y desalientos, rabias e impotencias.
De hecho en Santiago fueron atendidos por voluntarios, profesionales de la psicología, de manera personal o enviados por las universidades locales.

Finalmente, a todo este accionar humano hay que agregar también la oración. Ella es otra obra humana, que tiene por objetivo pedir la intervención divina, la acción directa del Dios que es solidario y que salva en todo momento, pero particularmente en los momentos de desgracia.

Ante los desastres, causados por fuerzas de la naturaleza unidas a fallos humanos, como fue el caso de la tormenta Olga y el desagüe de la Presa de Tavera, hemos enumerado doce acciones humanas posibles. De todas ellas, me quiero detener ahora en esta última.

2 LA OBRA DIVINA. Una de las acciones de Dios es la salvación. Salvar es liberar, curar, rescatar, venir en ayuda de daños y males. Él salva de daños humanos, físicos, sicológicos y espirituales, salva para la vida eterna. Con frecuencia dolorosamente, debido al acento de la predicación de ciertos grupos religiosos, el accionar salvador de Dios se reduce sólo a realidades del orden espiritual.

Sin embargo, Dios actúa como Salvador en toda realidad humana, también en desastres unidos a fuerzas desatadas de la naturaleza como huracanes, tormentas, inundaciones, terremotos, sunamis, fuegos o volcanes.

Decimos a propósito “desastres unidos a fuerzas desatadas de la naturaleza”, porque, según los expertos, las potencias naturales nunca causan daños a los seres humanos, sino que algunos de éstos en alguna parte son en último término los causantes por ignorancia, descuido, errores o fallas, de los males sufridos.

Así, Dios viene solidariamente para actuar de manera directa y personal, cuando se le pide mediante la oración, en daños causados por otros, de la misma manera que el grupo de 30 entidades de Santiago Solidario y otras muchas instituciones y personas más vinieron en ayuda de tantos males, unidos a las tormentas Noel y Olga, de los cuales no eran responsables.

Entre las plegarias concretas que se pueden realizar en situaciones de desastres, y por ende otras tantas acciones posibles de Dios, cabe enumerar las ocho siguientes:
Orar por los damnificados: sólo Dios puede darles aquello que ni rescatadores ni sicólogos ni nadie más puede ofrecerles: la fuerza espiritual necesaria para no desesperarse y agradecer que al menos hayan conservado la vida.
Orar por la autoridades: para que Dios les dé sabiduría, coraje, perseverancia en la ejecución de las soluciones justas y adecuadas para los damnificados.
Orar pidiendo capacidad y fuerza interior para exigir justicia y al mismo tiempo perdonar a los causantes de las tragedias y desastres. En el caso concreto de la tormenta Olga, por los responsables del cambio climático, las potencias industrializadas; como también, por los errores o fallos humanos cercanos, venidos desde la República Dominicana misma.
Orar para que sigan los gestos solidarios de toda la sociedad y para que ésta siempre piense que los males de unos son males de todos y las soluciones no son sólo del Gobierno central o local, sino de todos.

Orar por los muertos. Por eso esta misa de nueve días.

Orar por sus familiares para que sean confortados.

Orar para que Dios nos de luces para descubrir los errores cometidos, humildad para aceptarlos, inteligencia para sacar lecciones de ellos y fortaleza para poner en práctica cuanto antes acciones previsoras.

Orar para agradecer las tareas cumplidas por las autoridades y los grupos solidarios.

Sin restar importancia a los demás tipos de plegarias concretas y sus razones, nos queremos, ahora sin embargo, en este dato de la tragedia: los muertos y la oración por ellos, ya que en tales circunstancias es apropiado una referencia específica sobre ellos.

3 LOS MUERTOS. He aquí cinco consideraciones:

a) El libro de Génesis, primero de la Biblia, narra la muerte natural del patriarca Jacob, padre de las doce tribus de Israel, con las siguientes palabras: “Y en habiendo acabado Jacob de hacer encargos a sus hijos, recogió sus piernas en el lecho, expiró y se reunió con los suyos” (Génesis, Cap. 49, 33).

En las muertes trágicas, la vida es arrebatada cuando menos se piensa, sin poder hacer encargos a nadie ni recoger las piernas para morir naturalmente tranquilos. Se reúne uno con los suyos sin avisar, antes de tiempo.

El golpe de las tormentas y las aguas turbulentas es un golpe a las cosas y a la vida y las arrebata ambas. Pero es también un golpe terrible para los familiares de las víctimas muertas. ¿Quién les devolverá a esta vida? ¿Quién podrá llenar su vacío?

b) Sin embargo, en medio de tanto dolor, queda el recurso de la solidaridad y el afecto humano, los cuales, aunque no curen las heridas del golpe, sin embargo consuelan y animan para seguir caminando y luchando.

c) Igualmente, la visión cristiana sobre el ser humano, acompañada de la oración, arroja nuevas luces y energías en tales situaciones: los cuerpos mueren, pero las almas siguen viviendo.

Por eso, el valeroso Judas Macabeo, héroe del Antiguo Testamento, al ver a sus soldados caídos inesperadamente en el campo de batalla, “recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofrecieran un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección.

Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos” (Segundo libro de los Macabeos, Cap. 12, 43-46). De ahí que cosa buena y piadosa es rezar por los difuntos para que les sean perdonados sus pecados.

d) Otro texto particularmente diciente es aquel en el que Jesucristo asegura que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Juan, 12, 23-28).
La muerte misma de Jesucristo fue como la de un grano de trigo: sigue dando mucho fruto.

¡Ojalá que las muertes de dominicanos y haitianos, unidas a las turbulentas aguas de la tormenta Olga y la Presa de Tavera, sean granos de trigo que den abundantes frutos: sirvan para extraer lecciones, para poner en marcha un conjunto de acciones previsoras y así otros no mueran!
Levantemos una estela, que recuerde a estos muertos y las lecciones de prevención que nos dejan.

e) Finalmente, afirmemos que Dios no se los llevó, se los llevaron las aguas y Dios los acogió. Por eso es apropiada la oración tradicional: “Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna”.

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que el contenido del texto anterior corresponde a mi homilía del 20 de diciembre en la Catedral de Santiago y que el Síndico Enrique Sued asumió el compromiso de levantar una estela en memoria de los muertos que se fueron con las aguas de la tormenta Olga.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, el 24 de diciembre del año del Señor 2007.
† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio es presidente
de la Conferencia del Episcopado

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