jueves, diciembre 27, 2007

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

La jauría mediática encargada de denostar a las voces independientes no sólo se vale de falsedades y diatribas para cumplir con los mandatos. En mi caso, se les ha encargado de entrar en contacto con clientes de mi oficina particular para convencerlos de las inconveniencias de tratar con gente mal vista en esferas oficiales.

Poseo pruebas escritas de esa actividad. Me la hicieron llegar ejecutivos de algunas de esas empresas indignados por esa práctica. Me preocupa que pudiéramos estar ante una señal de deterioro visible en altas instancias públicas, de un retroceso en materia de tolerancia, con las consecuencias que podrían derivarse de ello, especialmente en la vecindad de un proceso electoral sometido a pruebas muy difíciles, como es el más reciente corte presupuestal.

No puedo predecir si el intento de intimidar a mis clientes puede ser exitoso, aunque estimo que este recurso no resulta ya válido en la sociedad en que vivimos. No aserto a entender, sin embargo, que una administración capaz de exhibir logros reivindicables, especialmente en el área de la economía, pueda aficionarse a métodos tan rudimentarios.

No quiero aprovechar tan enojosa circunstancia para hablar de mi mismo ni presentar alegatos en mi favor. Lo cierto es que siempre he sido un hombre que ha vivido de sus ingresos y por eso a mi edad, cuando la mayoría comienza a pensar seriamente en el retiro, me he echado sobre la espalda nuevos proyectos personales en el campo del ejercicio del periodismo, lo que siempre he sabido medianamente hacer.

Admito que a lo largo de mi carrera por varias razones tal vez mordí muchos silencios, como dice una canción. Pero un día me dije no más y ha así ha sido y lo será. Para desdicha de la jauría, al igual que muchos de mis colegas que pudieran ser víctimas de idénticas prácticas, puedo asegurar, como dicen los españoles: “¡En mi hambre mando yo!”

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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