La columna de Miguel Guerrero

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No sé si son ciertas las encuestas, pero el intenso activismo presidencial en los desechos de un reformismo moribundo, buscando refuerzos entre las escasas minorías extrañadas de un partido en franca disminución, marcha en la dirección opuesta a la que pretende un optimismo oficial apuntalado por un gasto publicitario sin precedentes en la historia de la república.

No puedo imaginarme cómo se verá a sí mismo el presidente rodeado de “busca puestos”, a algunos de los cuales en cierto momento su gobierno despreció y llenó de humillación. Pero no todo el mundo observa con buenos ojos esos aprestos proselitistas, por demás extemporáneos.

Como no puedo imaginarme tampoco que un proyecto democrático pueda alimentarse sobre la base de carcomer los fundamentos de una buena práctica del sistema que consiste precisamente en auspiciar una libre y justa competencia entre los partidos que abracen ese modelo, permitiendo que crezcan y se desarrollen.

El presidente Fernández es un político controversial, no cabe duda, pero también goza de mucha simpatía y su administración, a pesar de muchos desaciertos y una pasiva actitud ante lo que parece un aumento de la corrupción, tiene de dónde agarrarse.

Por tanto no tiene necesidad de apelar a prácticas que su propia prédica de modernidad ha cuestionado en algunos momentos de su ascendente carrera política.

Si fuera cierto que la pérdida de apoyo interno a la reelección ha mermado por efecto del factor “Danilo”, el peor servicio a la candidatura oficialista que se pueda imaginar vendría de la creencia de que ese vacío podría llenarse de aguas provenientes de fuentes agotadas, en donde al parecer se busca afanosamente en las más altas cimas del poder.

Porque, además, en los encuentros-almuerzos celebrados hasta ahora, lo que se brinda, se ha dicho en la prensa, es “sancocho”, a pesar de estos calores.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do