No es descabellado pensar que en pocas horas el “caso del maletín” con los 800 mil dólares incautados por aduaneros argentinos a un ciudadano venezolano, comience a perder fuerza. En eso de esconder los “trapos sucios” los líderes del neoprogresismo, y en particular Néstor Kirchner y Hugo Chávez, son especialistas. De cualquier forma esta vez ambos jefes de Estado, un poco a regañadientes y desoyendo los mandatos bíblicos, recurrieron a las ofrendas humanas: como consecuencia del escándalo debieron renunciar dos altos funcionarios que cumplían tareas claves en las relaciones argentino-venezolanas. Por los sureños le tocó a Claudio Uberti, titular del órgano de Control de Concesiones Viales de Argentina, mano derecha del cuestionado ministro de Planificación, Julio De Vido, y quien, designado por éste, ha manejado desde el principio las negociaciones bilaterales entre los dos países. Uberti, a quien ya se había vinculado a otros casos de corrupción, debió renunciar.
El aporte venezolano se demoró un poco más, pero al final hubo que ceder a las presiones de los argentinos y quien tuvo que renunciar fue Diego Uzcátegui Matheus, director gerente de la Oficina de la presidencia de PDVSA y presidente de PDVSA Argentina y también padre de Daniel Uzcátegui Spetch, que fue quien le consiguió un sitio en el avión al ciudadano venezolano Alejandro Guido Antonini Wilson, quien se asumió como dueño del maletín con los billetes. El avión, como es sabido, había sido contratado por la empresa oficial argentina Enarsa y en él viajaban siete altos funcionarios, tres argentinos y cuatro venezolanos, entre ellos Uberti y Daniel Uzcátegui, todos con pasaporte oficial y cuyas maletas no fueron revisadas, más Antonini, con pasaportes venezolano y estadounidense, pero no oficiales, y que fue revisado.
Puede entonces que el tema termine ahí. Mientras, el gobierno uruguayo se hace el desentendido y pone cara de “yo no fuí”, a la espera de que amaine la arremetida de los argentinos que insisten públicamente con que el dinero que traía Antonini venía para Uruguay e incluso reclaman que así lo sea confirmado por Venezuela.
Antonini en los últimos 18 meses viajó seis veces a Montevideo, se sabe que tuvo contacto con autoridades y funcionarios uruguayos y que está vinculado a negocios existentes entre los dos países.
Dicen que en Miraflores igual no dan crédito. Y no es para menos: se gastaron cientos de millones en la breve gira por el sur y todo se viene abajo por un mísero puñado de 800 mil dólares.
Es que por más que el tema se diluya, el suceso puso el dedo en dos llagas: una, el tema de la corrupción en Venezuela, la falta total de control y de transparencia en el manejo que se da a los dineros que por montones genera el petróleo, la compra de “adhesiones” a nivel regional e internacional, y el porqué de la floreciente boligarquía que conforman los que apoyan, los que rodean y los que sostienen a Chávez.
La segunda, el descrédito para las acusaciones al imperialismo y las denuncias de conspiraciones y complots mediáticos impulsados por la derecha y Estados Unidos a que recurren continuamente Chávez y sus amanuenses y repiten sin cesar sus voceros financiados y esparcidos por todos lados.
Igual hacen como que no se dan cuenta: al canciller venezolano, Nicolás Maduro le “sorprende” que se haga tanto escándalo por algo que ocurre todos los días en los aeropuertos del mundo. (¿Serán tantos los maletines con dólares que ciudadanos venezolanos cercanos al gobierno de Chávez andan paseando por el mundo, como dice el canciller?).
Para el jefe diplomático el problema es que hay quienes están nerviosos por el liderazgo de su supremo, y en este caso particular reveló que se trató de “una emboscada mediática para desacreditar a Chávez, a la candidatura de Cristina Kirchner y al paladín de la lucha anticorrupción que es el presidente Néstor Kirchner”.
¿Cómo nadie se había dado cuenta? Se caía de “maduro”: todo fue parte de una conspiracion en la que estaban involucrados los funcionarios de aduana y la fiscal argentina que ha pedido a Interpol la captura del ciudadano venezolano que no tenía pasaporte oficial.
El autor es presidente honorario de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)
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