domingo, marzo 25, 2007

La gira de Cristina Kirchner o la otra Evita


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El viaje que mañana emprende a Ecuador y Venezuela daría pistas de su gestión
Al parecer se repite en Argentina la experiencia del Perú, donde la Primera Dama de esa nación andina se enfrentó a su marido Alberto Fujimori, y que terminaron en el divorcio irreconciliable hasta la fecha
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Cristina Kirchner emprende una gira por Ecuador y Venezuela, en excursión internacional que se reanudará a fines de abril con una visita a México, donde el gobierno de centroderecha del PAN piensa darle el recibimiento que se da a los jefes de Estado.

Con estas presentaciones, la primera dama atraviesa un tramo de la atípica y amorosa interna por la candidatura presidencial del oficialismo que libra con su esposo, Néstor Kirchner. Importa observar estas actividades en la medida en que ayuden a resolver el principal interrogante que pesa hoy sobre la aventura electoral de Cristina: si su empeño se reduce a una "martingala" de perpetuación en el poder del matrimonio o si, además, contiene un movimiento correctivo de la tarea que presidió hasta aquí su marido.

No sólo los viajes, también varios episodios domésticos de estos días ofrecen pistas para develar el enigma principal de la candidatura de la senadora: ¿se trata de un intento de los Kirchner de volver de posiciones demasiado extremas de manera disimulada? ¿Es girar sin que se note?

La estada en Ecuador no dirá demasiado sobre esto. Cristina Kirchner visitará a las principales figuras del país y dará aliento al presidente Rafael Correa, un socialista egresado de Illinois a quien Hugo Chávez definió como "el Chicago boy de la izquierda". Como en la reciente gira por Francia, el canciller Jorge Taiana preparó varios acuerdos para suscribir con el gobierno ecuatoriano. Papeles de rutina que apenas merecerían la firma de un subsecretario, pero que le ofrecen asidero al despliegue de la viajera.

De la visita a Venezuela hay que esperar otra cosa. La esposa de Kirchner llegará al emirato bolivariano para celebrar los 40 años de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), el equivalente de la DAIA local. Es una institución que ha adquirido relieve en el debate político venezolano porque desde su seno se levantaron acusaciones graves contra el presidente Chávez.

Los Kirchner conocen el problema a la perfección. Fue por intercesión del Presidente que "el comandante" recibió en Olivos al vicepresidente del Congreso Judío Mundial, Israel Singer. Fue en julio último, cuando ambos coincidieron en Buenos Aires. Singer fue invitado a visitar Caracas, donde se le darían pruebas de que desde el gobierno no se persigue a los judíos de Venezuela. Pero el viaje nunca se realizó, el rabino debió justificar su encuentro en la Argentina ("también nos reunimos con Ceaucescu para salvar a miles de judíos rumanos", comparó) y la CAIV siguió acusando al "Duce tropical" (en expresión de Alain Touraine) de violar los derechos humanos en su país. Cristina Kirchner se sentará con él a pesar de esos reproches, pero es posible, entonces, que el almuerzo no sea tan agradable como los que se sirven en el mismo comedor para agasajar a su esposo y a Julio De Vido en sus viajes de negocios bolivarianos.

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No sólo la precandidata dedica a las relaciones internacionales mucho más tiempo y atención que su esposo. ¿También tiene preferencias distintas? Para saberlo acaso convenga recordar la profecía que formuló el piquetero Luis D Elía. Por razones de prudencia, prefirió aludir a Alberto Fernández y no a la esposa del Presidente cuando dijo: "Es una persona que quiere llevar al Gobierno a una alianza con el Partido Demócrata norteamericano, que expresa el sector financiero mundial, con España y con Bachelet [Michelle, presidenta de Chile]". Alberto Fernández es el jefe de campaña de Cristina Kirchner, a tal punto que ella amenazó a su esposo con abandonar la candidatura presidencial cuando el jefe de Gabinete sugirió que quería regresar a la actividad privada, hace dos meses, en El Calafate. Este Fernández viene recomendando a la senadora iniciar su gestión con un gran cambio de gabinete. No llega al extremo de proponer el reemplazo de Julio De Vido y de Aníbal Fernández. Acaso no hace falta que se lo digan. Lo que importa, por ahora, el que el programa que denostó el analista político D Elía se parece cada vez más al que rige los pasos de la primera dama.

La visita a la comunidad judía de Venezuela no es la única señal de política exterior a través de la cual Cristina se define frente a la ambivalencia de su esposo. El pedido de captura que aprobó Interpol el jueves pasado contra cinco funcionarios iraníes y un líder libanés de Hezbollah, acusados por la justicia argentina en el caso AMIA, fue la coronación de una gestión iniciada y controlada por la senadora.

La primera puntada tuvo lugar en Nueva York, cuando ocho entidades judías de los Estados Unidos le reclamaron ese paso. Lo resuelto en Interpol fue la tarea externa más relevante y discreta que tuvieron durante los últimos dos meses la Cancillería y la SIDE. Mereció una teleconferencia con funcionarios del Departamento de Estado y del Departamento de Justicia de los Estados Unidos organizada en la embajada de ese país en Buenos Aires hace 15 días y destinada a fortalecer los argumentos de la comitiva argentina, que presidió el fiscal Alberto Nisman. Demandó también una gestión especial de Taiana ante el gobierno de Sudáfrica, durante su reciente viaje a ese país, para asegurar el voto del presidente del comité ejecutivo de Interpol, que es un sudafricano. Las embajadas de los otros 10 países que integran esa mesa fueron contactadas especialmente para conseguir que la resolución se emitiera por consenso, sin votación. Estados Unidos obligó a su representante a viajar a Lyon, sede de la reunión, a pesar de estar convaleciente de una operación de columna. Lo que le valió al embajador Anthony Wayne, el jueves por la tarde, el agradecimiento del gobierno argentino a través de su cancillería "por sus empeños y por las gestiones de la doctora Rice". Una ironía que disimula que fue el gobierno argentino, a instancias de la primera dama, el que resolvió alinearse con Washington en una de las pocas cuestiones en las que una decisión de Kirchner rozó el centro de la política internacional.

Sería un error reducir a estos movimientos externos la pasable divergencia que podría ir adquiriendo la carrera de Cristina. Desde que su esposo entró en estado de estupefacción por la derrota de Misiones, ella intervino en varias ocasiones para darle a la gestión oficial algún control de calidad.

La última vez fue la semana pasada, cuando se negó a favorecer la intervención federal sobre La Rioja. El secretario legal y técnico, Carlos Zannini, ya había redactado el proyecto y desde la presidencia del Senado se había llamado a los presidentes de bloque para tratar ese texto, que llevaría la firma de Ada Maza, la hermana del gobernador depuesto. Fue el martes al mediodía. Pero la senadora Kirchner sospechó que el debate sería un pésimo servicio al marketing de su campaña: ella preside la Comisión de Asuntos Constitucionales, por la cual era inexorable que pasara la iniciativa. "Esto es optar entre los malos y los peores", dijo, al referirse a la puja entre riojanos. Fue el principal impulso para que Luis Beder Herrera llegara al poder, en contra de la intención de Alberto y Aníbal Fernández.

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Otros episodios parlamentarios recientes señalan diferencias más interesantes. La primera dama negó su voto a las dos iniciativas más controvertidas que votó el Senado el mes pasado, a instancias de Néstor Kirchner: la controvertida negociación del contrato de concesión de Aeropuertos Argentina 2000 y la moratoria impositiva para los prestadores de salud, por la cual se prorrogó a esas empresas un beneficio excepcional establecido por la ley de emergencia económica (equivale a postergar el pago de aproximadamente 3000 millones de pesos). El 13 de febrero, Cristina Kirchner llegó al recinto cuando esos dos proyectos ya habían sido aprobados y sólo prestó su aval a la reforma previsional que se trató al final de la sesión. Hay senadores importantes que sospechan que siguió parte del debate desde su oficina, es decir que estaba en el palacio, aunque en el tablero de asistencia figurara como ausente. Habladurías.

Presentar como un intento de modernización un cambio de mando en el que se repiten los apellidos es una tarea difícil, sobre todo si la audiencia alcanzó un grado sofisticado de civilización. Pero cabe pensar que Kirchner advierte que su modelo de gestión es portador sano, todavía, de dos virus que terminarán por manifestarse de modo crítico.

Su promesa inicial de renovación política quedó casi totalmente frustrada por un cesarismo que concentra el poder "a la peronista". Por eso, un objetivo principal del actual proyecto de poder, la atracción de los sectores medios ilusionados con una mejor calidad en la vida pública, se vuelve más esquivo todavía. El otro límite evidente es el de la manipulación política sobre la economía, en especial sobre los factores que determinan los niveles de inversión. El "método Moreno", que se sigue en áreas mucho más amplias de la administración en las que ese secretario no tiene gravitación alguna, pudo servir para una etapa en la que muchos sectores (privatizadas y acreedores externos, sobre todo) iban sobre la caja del Estado, voraces, para cobrarse la crisis de 2001. La agresividad que se podría haber aconsejado para aquella etapa hoy es un anacronismo. Lo mismo rige, según señalan cada vez más expertos, para las expansiones de la política monetaria.

Ante este paisaje vuelve a cobrar sentido la pregunta sobre el significado de la candidatura de Cristina Kirchner. ¿Es sólo el intento de facilitar la permanencia en el poder para un matrimonio ambicioso? ¿O esconde también la convicción de que sólo modificando el rumbo de aspectos centrales de la gestión esa perpetuación resultará posible? ¿Gira Kirchner con su esposa hacia un gobierno de mejores modales institucionales y un clima más favorable a los inversores? En definitiva, ¿ofrece el Presidente, con su esposa, una renovación "gatopardista", destinada a que el mismo modelo sobreviva? Un experimento para el que, disfónico, también pide el voto Roberto Lavagna.

Por Carlos Pagni
Para LA NACION
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