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Por Miguel Guerrero
De El Caribe Matutino Dominicano
Hay que estar ciego para no verlo. Debajo de la relativa tranquilidad que se respira en el país hierven las tensiones. Se calienta la atmósfera en el interior de los principales partidos, en el Congreso, en el Gobierno y en las relaciones de este con los gremios, con amenazas de huelgas en los hospitales y en el servicio de transporte público.
Se avecinan pues días difíciles, tal vez preñados de agitación con su consabida carga de angustia y movilización callejera. La aguda lucha por la nominación presidencial en el partido oficialista, el PLD, agrega más calor a la situación.
Y se teme que en la medida en que se acerque la fecha de la convención, los ánimos en el oficialismo tiendan a enrojecerse. A todo esto añádase el descontento creciente por los altos impuestos y el encarecimiento de los alimentos y los servicios y tendremos un retrato del panorama nacional y las derivaciones que podrían desprenderse si las pasiones que lo alimentan continúan imponiéndose sobre la concertación y el diálogo.
Los frustrados intentos de conciliar las posiciones de las organizaciones sindicales y empresariales para la fijación de nuevos niveles salariales en el sector privado, plantean asimismo la posibilidad de conflictos de otra naturaleza, lo que hace todavía más problemática la situación.
Nada bueno parece haber traído consigo la llegada de la primavera. Anticipando con ello un verano político más caluroso del que podría generar el fenómeno del calentamiento global del planeta.
Ante tan oscuro panorama, el problema mayor consiste en la admitida ausencia fatal de ámbitos de discusión confiables que permitan negociaciones dirigidas a ahuyentar las confrontaciones que por lo general generan desórdenes y paralizan la economía.
Los claustros académicos monásticos no parecen suficientes. Su uso excesivo ha consumido la efectividad que una vez tuvieron.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
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Por Miguel Guerrero
De El Caribe Matutino Dominicano
Hay que estar ciego para no verlo. Debajo de la relativa tranquilidad que se respira en el país hierven las tensiones. Se calienta la atmósfera en el interior de los principales partidos, en el Congreso, en el Gobierno y en las relaciones de este con los gremios, con amenazas de huelgas en los hospitales y en el servicio de transporte público.
Se avecinan pues días difíciles, tal vez preñados de agitación con su consabida carga de angustia y movilización callejera. La aguda lucha por la nominación presidencial en el partido oficialista, el PLD, agrega más calor a la situación.
Y se teme que en la medida en que se acerque la fecha de la convención, los ánimos en el oficialismo tiendan a enrojecerse. A todo esto añádase el descontento creciente por los altos impuestos y el encarecimiento de los alimentos y los servicios y tendremos un retrato del panorama nacional y las derivaciones que podrían desprenderse si las pasiones que lo alimentan continúan imponiéndose sobre la concertación y el diálogo.
Los frustrados intentos de conciliar las posiciones de las organizaciones sindicales y empresariales para la fijación de nuevos niveles salariales en el sector privado, plantean asimismo la posibilidad de conflictos de otra naturaleza, lo que hace todavía más problemática la situación.
Nada bueno parece haber traído consigo la llegada de la primavera. Anticipando con ello un verano político más caluroso del que podría generar el fenómeno del calentamiento global del planeta.
Ante tan oscuro panorama, el problema mayor consiste en la admitida ausencia fatal de ámbitos de discusión confiables que permitan negociaciones dirigidas a ahuyentar las confrontaciones que por lo general generan desórdenes y paralizan la economía.
Los claustros académicos monásticos no parecen suficientes. Su uso excesivo ha consumido la efectividad que una vez tuvieron.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
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