domingo, diciembre 03, 2006

¿Los taínos aún caminan en Quisqueya?

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A Jairo Salcedo Benítez, por su misión de amor.

IGNACIO NOVA

-DE EL LISTIN DIARIO, MATUTINO DOMINICANO-

La bibliografía más creíble establece que a la llegada de los conquistadores europeos en 1492 Quisqueya o Haití estaba poblada por, al menos, medio millón de indígenas. Y que al Nicolás de Ovando dejar el cargo para ser sustituido por el Virrey Diego Colón en 1509 apenas dejó unos 60 mil.

También se afirma que cuando concluyó la denominada “Sublevación del Bahoruco” (1519-1533), coordinada y dirigida por Guarocuya o Enriquillo, la población indígena de La Española oscilaba entre dos mil y cuatro mil.

De esta significativa merma poblacional cuyas causas están en el exterminio, el escape, las hambrunas y los estragos virales e infecciosos, se concluye que los taínos desaparecieron como etnia de la faz de La Española.

Y muchos ponen rostro de absoluto escept icismo cuando se plantea la posibilidad de la supervivencia étnica taína. Lo que explica la soledad de Luna Calderón en su intento por medir el “ADN mitocondrial taíno” en la población nacional.

A falta de estudios antropométricos en la población dominicana, dada la carencia de clasificaciones étnicas en las estadísticas nacionales, el componente indígena local pasó a ser, apenas, color de piel en el espectro del mestizaje racial como oficialmente se ha asumido la dominicanidad.

Sin embargo, gracias al señor Jairo Salcedo Benítez, director Nacional de Obra Indígena de una iglesia que misiona en Sierra Nevada, Santa Marta, Colombia, he tenido acceso a fotos recientes de los miembros arhwacos de su congregación.

Al recibir las fotografías me sorprendió el parentesco con niños, adultos y viejos de uno y otro sexos que a diario podemos ver en las calles dominicanas. La descripción de los indígenas que hicieron Colón y los cronistas, incluyendo a Las Casas y a Fray Ramón Pané, es ligera e insuficiente: no contribuye a formarnos una idea precisa de las características del fenotipo taíno. La escuela tampoco ha contribuido a ello.

Otro factor que jamás apuntaló la formación de esa idea tiene su origen en la gráfica española de la época. Como señala Morbán Laucer, en la representación de los indígenas, más que atender y plasmar la realidad que tenían ante sus ojos, los cronistas gráficos europeos vieron y expresaron a los indígenas a través del conjunto de normas y del canon del Renacimiento. Como resultado nos legaron la imagen del propio hombre europeo en condición de desnudez, como aparece en la pintura del post Renacimiento y del primer barroco: el manierismo.

De manera que a la conciencia histórica nacional no ha fluido la suficiente información gráfico-conceptual sobre los taínos que nos permita forjarnos la imagen ideal, propia de todo concepto, de nuestros ancestros.

El Almirante anotaba en su Diario de Navegación que los primeros habitantes de La Española tenían piel menos oscura que los de otras islas y tierra firme; que su pelo parecía al de los canarios y que su color de piel era “cobrizo”; no canela, ni “morisco”, ni negro: cobrizo, color del cobre.

Este color se ha mantenido. Cuando los inmigrantes, excepto orientales, tocan la isla ya a la segunda o tercera generación, sus descendientes se acercan a este color cobrizo. El color “indio” parecería originarse en las condiciones geofísicas insulares, cuyas influencias en ese color de piel han sido poco estudiadas o medidas.

El punto es que al apreciar estas fotografías que me remiten desde Sierra Nevada, Santa Marta, Colombia, de una comunidad arhwaca que sobrevive pura, reconozco muchos rostros que a diario aprecio en las calles o mediáticamente. Los arhwacos son pequeños, pero los habitantes de Quisqueya, también afirmaron los cronistas, eran de buena estatura: ni grandes ni pequeños. De Guarocuya o Enriquillo se dijo que era ni bonito ni feo y Anacaona es legendaria por su belleza, incluso ante los ojos de los cronistas y españoles.

En la nebulosa formada producto del desdibujo histórico de los rasgos étnicos de los taínos se desdibuja también la identidad, el sentido de pertenencia, el alma nacional.

Si Enriquillo o Guarocuya preservó del exterminio entre 2 y 4 mil indígenas cuando la isla era abandonada por los conquistadores atraídos por el oro de la Tierra Firme, la realidad histórica sugiere que La Sublevación del Bahoruco significó más que un corte en el proceso de exterminio: su reversión a un renacer étnico taíno en condiciones nuevas y más favorables producto de la aculturación indígena que les permitió incorporar la tecnología y modo de vida más sano aprendidos de los conquistadores. Entre estos están: la exterminación de la ceremonia de la cohoba que generaba úlceras y callosidades como sugieren los mitos y escritos de Pané; el aprendizaje de métodos curativos propios de la medicina europea; la transformación del bohío que adopta planta rectangular, incorpora ventanas, apela al uso de tablas de palma en vez de paja, apisona la tierra, aísla las letrinas en el patio...

Factores de alto impacto en la higiene que pudieron expresarse en la extensión del período vital, calculado en unos 30-40 años a la llegada de los conquistadores. Sumemos a esto la ampliación de la base alimenticia, incorporando aves, reses, lácteos y los productos de los nuevos cultivos; el hábito a un trabajo más sostenido y el hecho de que los españoles preservaran a las indígenas, como ocurrió en Jaragua, lo que tendría que desembocar necesariamente en la reproducción mestiza...

Un mito local habla de esta supervivencia de mujeres taínas, aunque en estado selvático, testimonio de los indígenas escapados: las ciguapas. Ha alimentado la cultura nacional en los ámbitos de la tradición oral, la poesía y la plástica. Su modo de vida huraño, guarecidas en cuevas cercanas a los ríos, descuidadas, con el pelo descompuesto, que podían ser vistas en los montes... Referencias que quizás sugieren la existencia de asentamientos taínos ocultos, quizás los que Guarocuya propició en el centro de la Isla, entre La Vega y Azua, en las montañas, en lugares de difícil acceso, poco atractivos para los conquistadores. Y que las Ciguapas tuvieran los pies hacia atrás: ¿afirma su actitud de escape? ¿O que con su pelo estaba tan desarreglado que no se pudiera distinguir entre su frente y sus espaldas? Mito híbrido en fin que a nuestro humilde parecer hace de las mujeres taínas especie de sirenas terrales, las mezcla con las hupias, alude a Maquetaurie Guayaba y nos introduce al mundo arcano de los operitos.

Probables razones para que a 604 años muchos rostros de niños, adultos y ancianos de ambos géneros que percibo o conozco parezcan tan familiares a los que veo en estas fotografías de arhwacos que me remiten desde Sierra Nevada, Santa Marta, Colombia. Ante ellas me siento compelido a proponer que los taínos aún caminan las calles de Quisqueya, más o menos mestizos; más o menos puros, gracias al misterio saltarín de la genética.

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