Por Miguel Guerrero
-DE EL CARIBE, MATUTINO DOMINICANO-
Cierto grado de equilibrio en la distribución del ingreso se necesita para mejorar el rostro de la democracia en este país. Aunque se ha avanzado en el campo del ejercicio político y las libertades individuales han podido relativamente afianzarse a medida que se refuerzan las instituciones en que se basa la democracia, miles de niños mueren a causa de una deficiente alimentación por la carencia de medicinas y hospitales y por deficiencias en los servicios básicos.
Una gran parte de la población ve cortadas sus expectativas de progreso con el mismo nacimiento, por la ausencia de oportunidades que no le permiten aspirar siquiera a un cambio mínimo de estatus social.
Son muchos los menesterosos y el nivel de desocupación es increíblemente alto como para que la colectividad dominicana pueda sentirse medianamente satisfecha con la situación de cientos de miles de personas que padecen un nivel de estrechez material inimaginable. Todo lo cual conspira contra la buena imagen de la República.
Por ello he sostenido que uno de los mayores e inaplazables imperativos del momento actual es una lucha decidida contra toda forma de indigencia material y moral en la sociedad.
Por desgracia, los males del subdesarrollo, en todos los órdenes, se han acentuado por efecto de la corrupción que ha arropado el ambiente nacional.
Recursos que pudieron dedicarse en los últimos treinta años a obras y programas en beneficio de la población desposeída fomentaron fortunas personales fabulosas, en detrimento no sólo del erario, sino del desarrollo mismo de la nación.
A despecho de lo que se cree, el problema nacional es de un carácter social tanto como económico. Y esa irrefutable realidad confiere un ángulo todavía más cruel a nuestros alarmantes niveles de pobreza.
Superar ese desequilibrio social es una responsabilidad ineludible que el momento crítico actual impone sin alternativas posibles.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
Una gran parte de la población ve cortadas sus expectativas de progreso con el mismo nacimiento, por la ausencia de oportunidades que no le permiten aspirar siquiera a un cambio mínimo de estatus social.
Son muchos los menesterosos y el nivel de desocupación es increíblemente alto como para que la colectividad dominicana pueda sentirse medianamente satisfecha con la situación de cientos de miles de personas que padecen un nivel de estrechez material inimaginable. Todo lo cual conspira contra la buena imagen de la República.
Por ello he sostenido que uno de los mayores e inaplazables imperativos del momento actual es una lucha decidida contra toda forma de indigencia material y moral en la sociedad.
Por desgracia, los males del subdesarrollo, en todos los órdenes, se han acentuado por efecto de la corrupción que ha arropado el ambiente nacional.
Recursos que pudieron dedicarse en los últimos treinta años a obras y programas en beneficio de la población desposeída fomentaron fortunas personales fabulosas, en detrimento no sólo del erario, sino del desarrollo mismo de la nación.
A despecho de lo que se cree, el problema nacional es de un carácter social tanto como económico. Y esa irrefutable realidad confiere un ángulo todavía más cruel a nuestros alarmantes niveles de pobreza.
Superar ese desequilibrio social es una responsabilidad ineludible que el momento crítico actual impone sin alternativas posibles.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
mailto: miturbides@yahoo.com
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