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POR RAFAEL MOLINA MORILLO
-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-
Antes de titular esta entrega como “La cultura del silencio”, pensé en otros encabezados, tales como “La cultura del misterio”, “La cultura de la mordaza” o “El desconocimiento del derecho ajeno”. Ello así porque voy a referirme -ya lo habrán advertido mis sagaces lectores- a la desafortunada ocurrencia del joven secretario general del partido oficialista al pedir “por Dios” y “por favor” a los dirigentes de esa organización política “que no hablen tanto” de los asuntos internos de dicha entidad. El derecho de cualquier persona, politico o no, para expresar públicamente lo que piensa, así como el derecho de toda la gente para saber qué están pensando sus dirigentes, son dos atributos innegociables de la personalidad humana. Pretender que los asuntos internos de un partido que está en el Gobierno no se sepan, puede interpretarse como una confesión de que algo indebido está pasando adentro. Y aún así, si ese fuere el caso, la gente de afuera tiene derecho a saber lo que está sucediendo.
Quizás el inteligente y docto secretario general del PLD se dejó llevar del entusiasmo al hablar, para pedirles precisamente a sus correligionarios “que no hablen tanto”.
Ojalá que recoja sus palabras el dirigente perredeísta y que sirva de lección éste desliz, no solo a los de su partido sino también a las demás agrupaciones políticas, para que aprendamos todos a no guardar misterios ni aplicar mordazas, cuando se trata de asuntos que eventualmente puedan afectar a un simple ciudadano o a la nación entera.
Transparencia es lo que hace falta. Misterios y secretos, sobran.
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