Angel Fidalgo
La Nueva España, Prensa Asturiana
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El asturiano Luis Alfredo Lobato dirige el departamento de Historia de la Universidad Nacional de Nicaragua, la más importante del país. Un año más ha regresado a su tierra natal por Navidad, coincidiendo con las vacaciones en su país de adopción, al que decidió emigrar en la década de los ochenta para trabajar como cooperante, atraído por la revolución sandinista. En esta entrevista analiza los últimos resultados electorales que llevaron de nuevo a la presidencia del país al sandinista Daniel Ortega, e interpreta la realidad socioeconómica nicaragüense y de los países de su entorno.
-El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), después de una travesía del desierto de dieciséis años, llega otra vez al Gobierno. ¿Y ahora qué?
-Para empezar hay que decir que estas elecciones cierran un ciclo, el de un movimiento político que había logrado el poder con las armas y lo tuvo que entregar pacíficamente tras unas elecciones. Hubo tres gobiernos sucesivos de la derecha desde los años noventa para acá, y ahora empieza una nueva etapa, que fue la que quiso el pueblo con sus votos en las últimas elecciones. -Algo que no siempre ocurre en América Latina.
-Por eso este proceso podemos calificarlo de todo un hito en una zona en la que estamos muy acostumbrados a los golpes de estado con el peso de la bota militar. Que hoy en día exista un Ejército y una Policía profesional indica una gran madurez y también un éxito del movimiento sandinista en el sentido más amplio.
-¿Qué medidas inmediatas se esperan del nuevo Gobierno?
-La más urgente y la que podríamos calificar de medida clave es la de alcanzar el nivel de «hambre cero» en todo el país. Hay que empezar por lo más básico, que es el derecho a la alimentación, e incluso se va a crear un ministerio específico que va a coordinar todas las políticas que trabajarán en este sentido.
-Una paradoja en un país con una riqueza natural enorme.
-Pero donde más del sesenta por ciento de la población vive, o mejor dicho sobrevive, como puede con un euro al día. A esto hay que unir el trabajo infantil en condiciones precarias, hambre y falta de energía eléctrica, lo que impide avanzar a Nicaragua.
-¿La población espera otra revolución sandinista en Nicaragua?
-La gente lo que espera no es una revolución en el sentido clásico o romántico de la palabra, porque es impensable a estas alturas, pero lo que sí tiene es una gran esperanza en todo lo que puede hacer el próximo Gobierno. Cero hambre, como decía antes, pero también cero corrupción, fortalecimiento de los recursos propios, una mayor apertura al mercado internacional y especialmente a Centroamérica.
-¿Especialmente a Centroamérica?
-Muy especialmente. No deja de ser muy significativo que el primer viaje que hizo Daniel Ortega como presidente electo fuera a todos los países del entorno para decirles que iba a contribuir con la gobernabilidad y con la integración centroamericana.
-Y no hay que olvidar que la Unión Europea ya no va a negociar país por país, sino con Centroamérica como bloque.
-Por eso es necesario que esta zona sea cada vez más uniforme y más firme en torno a las políticas arancelarias, a las cuotas de producción y también para buscar una mayor preferencia por parte de las potencias en torno a la utilización del tratado de libre comercio. En este sentido no debemos de olvidar que Nicaragua tiene costa tanto en el Pacífico como en el Caribe.
-Cuba, Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador y ahora Nicaragua. ¿Qué está pasando en hispanoamérica para que se produzcan tantos giros políticos hacia movimientos izquierdistas?
-Lo que decía antes: el cierre de un ciclo. Hay un hastío generalizado hacia las políticas neoliberales, que sólo han causado desastres sociales en América Latina, y que aun así estas políticas aún siguen presentes en algunos países de nuestro entorno.
-¿Qué otros países cree que se pueden sumar a la revolución izquierdista?
-Prefiero hablar de una tendencia socializante. Ahora tenemos que ver lo que puede ocurrir en El Salvador, en Guatemala, en Costa Rica o en Perú. Lo que está claro es que la gente va madurando y está consiguiendo cambios, pero siempre por medio de elecciones.
-Pero Estados Unidos no olvida a sus antiguos enemigos, entre los que se encuentra Daniel Ortega y el FSLN.
-Pero este Frente Sandinista no es el mismo de los años ochenta, es más maduro, más pragmático y dispuesto a no volver a cometer viejos errores, como los enfrentamientos con la Iglesia, o a tener una visión demasiado estatalista de la economía nacional. Además, Estados Unidos tiene otras prioridades en su política internacional con frentes abiertos que están muy lejos de nosotros.
-Gran parte de la cooperación internacional depende de que el Gobierno de Daniel Ortega firme un nuevo programa con el FMI.
-Éste será un proceso de negociación largo, pero la ventaja es que Nicaragua en estos momentos tiene una estabilidad macroeconómica, aunque no microeconómica, porque las reservas de oro en el Banco Central nos permiten presentarnos ante el FMI con una carta de cumplimiento.
mailto: miturbides@yahoo.com
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