Por Miguel Guerrero
-DE EL CARIBE, MATUTINO DOMINICANO-
El Gobierno tendrá que esforzarse para convencer al país de que su promesa de someterse a un plan de austeridad puede ser tomada en serio. El problema es que sus acciones no guardan proporción con su retórica.
Lo vimos hace meses cuando se comprometió a un riguroso plan de ahorro de combustible que todo el mundo se quedó esperando. Habló entonces de la eliminación de los llamados limitadores de velocidad, los famosos “policías acostados” que abundan todavía por todas las ciudades.
Hay que ser muy confiado para creer que manteniendo el parque vehicular de lujo con jeepetas de alto consumo en las distintas dependencias del Gobierno, el prometido objetivo pueda ser cumplido.
Las autoridades deben cuidarse de que la palabra oficial no continúe perdiendo credibilidad, lo que parece estar sucediendo a pasos acelerados. Veamos un ejemplo simple y reciente.
Apenas un día después de que el presidente Fernández le anunciara al país una tímida reducción del veinte por ciento en el presupuesto publicitario del Gobierno, como parte de un conjunto de medidas dirigidas a reducir el gasto público, los diarios nacionales publicaron ayer anuncios a todo color, con retratos del mandatario y de su esposa, sobre la inauguración de dos obras del Estado en el interior.
Incluso dentro de la propia esfera oficial, la que no parece estar del lado de la reelección presidencial, por supuesto, se criticó ese gasto, por entenderlo innecesario y por demás promocional, no de un servicio, sino de una tendencia proselitista.
Se necesita más que un discurso para convencer a la nación de que el Gobierno está dispuesto a ajustarse a los sacrificios que le exige a la población con nuevos impuestos.
Las medidas de austeridad anunciadas en la última intervención presidencial no llenan las expectativas que el país espera a cambio del castigo impositivo puesto en manos del Congreso.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
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