La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

¡Señor Presidente, por Dios, regrese a su país! Se lo digo de corazón. Ocúpese de lo suyo. Lo que usted está haciendo en Estados Unidos no justifica el tiempo que consume ni los recursos de la nación que gasta en ello.

Para hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas no tenía necesidad de viajar con semana y media de adelanto. Además, no es mucho lo que puede usted decir allí que ya no haya dicho en seis o siete intervenciones anteriores suyas en ese recinto.

La gente no ve bien que mientras persisten los problemas con el Seguro Familiar de Salud y el precio del petróleo supera la barrera de los 80 dólares, con amenazas de alcanzar los 100, usted distraiga su tiempo cenando en un restaurante de lujo de Nueva York, donde sólo van las celebridades, y luego se pase casi un día en un estadio de béisbol, para llenar los diarios nacionales de fotos en que se le ve lanzando una primera bola.

Ninguna de las actividades de su apretada agenda por varias ciudades estadounidenses, con hoteles de más de 500 dólares por noche, boletos de primera clase y cenas en los mejores restaurantes, tienen en realidad importancia para el país que expliquen a satisfacción su larga permanencia en esos predios.

Este viaje sin sentido puede arruinar su política exterior y restarle apoyo a futuras giras suyas por el exterior en asuntos verdaderamente trascendentes y que imponen su presencia.

Por consideración a las necesidades del país, suspenda ya ese viaje y a su regreso váyase dos semanas a la frontera y duerma allí todos esos días.

Haga otro tanto por el Cibao y no se olvide del Sur y mucho menos de la región oriental y no refiero a Punta Cana, ni Casa de Campo, donde sí se le ha visto con frecuencia.

La presidencia que usted ejerce es la de la República Dominicana, no la de los Estados Unidos, ni la de ningún otro país, aunque muchos de sus compatriotas piensan injustamente lo contrario.

Miguel Guerrero es escritor y periodista