De El Caribe, Matutino Dominicano
Por Miguel Guerrero / El Caribe
Durante la campaña electoral de 1994 escribí que “la peor opción de oposición” era entonces preferible a la reelección. El desenlace de ese trágico proceso me concedió la razón.
Empeñado en preservar el cargo contra toda lógica y sensatez, apelando al uso de cuantos recursos del Estado encontró y valiéndose de otras malas artes, el presidente Balaguer fue reelecto para un tercer mandato consecutivo y su séptima presidencia.
El PRD y su candidato José Francisco Peña Gómez, acudieron a la comunidad internacional y movilizaron las fuerzas vivas de la nación para oponerse a lo que se denunció como un fraude, tan “colosal” como definiera su derrota el líder del PLD, Juan Bosch, en las elecciones previas, cuatro años antes.
La crisis política que siguió a los resultados electorales de 1994 impuso una reforma constitucional de aposento y al vapor que redujo el mandato de Balaguer a sólo dos años y prohibía la reelección consecutiva, lo cual permitió la alternación en el poder y el traspaso del gobierno de un partido a otro en las dos consultas electorales posteriores.
Algunos años después, el veneno de la reelección cegó al PRD durante su mandato y valiéndose de su aplastante mayoría en el Congreso aprobó una nueva reforma constitucional que hizo retroceder al país en materia electoral, restableciendo el principio de la reelección para permitir la candidatura de un Presidente en ejercicio.
Un examen de la retórica y denuncias contra las sucesivas reelecciones de Balaguer y el intento de Mejía de quedarse por cuatro años más, por quienes hoy la promueve para su líder, nos enseña que los principios en la política dominicana son asunto de conveniencia.
La reelección tiene un triste historial en la vida de la República. Despoja de un lugar en la posteridad a todo aquel a quien se inocula su veneno. Y puede arrastrarnos de nuevo a un laberinto.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
miércoles, septiembre 05, 2007
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