Listín Diario/Director, Miguel Franjul
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Si estamos bajo una ley de austeridad, no se concibe que los jerarcas de las instituciones autónomas y descentralizadas del Estado se impongan antojadizamente elevadísimas remuneraciones por su labor.
Esto distorsiona el verdadero sentido y la justeza de un salario, pues en medio de ese desorden nadie sabe qué se reconoce o se paga, si la gula o la fiebre lucrativa de los altos funcionarios o su auténtica fuerza manual e intelectual para el trabajo. Mientras esos jerarcas de las instituciones descentralizadas y autónomas se hacen pagar los clubes, gimnasios, colegios o universidades de sus hijos, sus compras de supermercado, sus exquisiteces en restaurantes, altos viáticos y gastos de representación dentro como fuera del país, el resto de sus subalternos gana salarios de hambre.
En el Gobierno central prevalece todavía un parámetro que en alguna medida se respeta, con sus excepciones, por supuesto, de acuerdo con categorías específicas. Hay que reconocerle al Presidente Leonel Fernández haber sido el único, en los últimos tiempos, que corrigió la injusticia de las pensiones miserables al elevarlas al mínimo de 3 mil pesos, situación en que están hoy cerca de 66 mil de los 90 mil pensionados del Estado.
El régimen anterior, botarata y corrupto, premió a muchos de sus aliados con pensiones de hasta 50 y 60 mil pesos, y permitió que muchos de sus funcionarios (de instituciones centralizadas y descentralizadas) se autoimpusieran ingresos elevadísimos.
Esa herencia persiste hoy, estrujándole este vergonzoso festín con los recursos públicos en la cara a los más carenciados y humildes servidores del Estado (pensionados o no), que son la mayoría.
viernes, septiembre 07, 2007
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