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Por Miguel Guerrero / El Caribe
Hay una enorme cantidad de gente en este país inclinada a favorecer una opinión unánime sobre cuanto ocurre en el ámbito nacional, lo cual supone un estadio de complacencia colectiva frente al Gobierno.
La fobia de esta gente a la disidencia fomenta el fanatismo y dificulta el análisis sereno de los temas y, por consiguiente, el debate de los asuntos fundamentales de la nación.
Tal vez se ignore el efecto demoledor de la uniformidad de criterios sobre la democracia y el estado de derecho, y la proximidad que una situación de esa naturaleza supone de la dictadura y el autoritarismo, tan nefastos en la vida de la república.
Por efecto de las tiranías sufridas, los dominicanos han aprendido, como dice una canción, a morder silencios. Yo me formulé a mi mismo hace muchos años la promesa de no guardarlos.
Prefiero mil veces dejar de escribir antes de faltar a ese compromiso. La sociedad dominicana no tiene idea de cuán costosa le ha resultado esa práctica de enterrar el ejercicio crítico.
Se le ha proporcionado a los gobiernos una licencia para hacer y deshacer, llegándose a creer que el contrato que se le entrega a un dirigente para gobernar, en calidad de presidente, al país por cuatro años es un título de propiedad de la hacienda nacional.
Uno de los signos más ominosos del presente acontecer es la tendencia a aceptar el cumplimiento de las obligaciones como una virtud, razón que explica la perniciosa tendencia al elogio desmesurado de los funcionarios y el excesivo y peligroso culto de la personalidad, que en la etapa actual ha comenzando a adquirir dimensiones muy preocupantes.
Si llegara a extinguirse el sentido elemental del ejercicio del periodismo que es la crítica, cosa que a veces entre nosotros parece tan cercana a la realidad, la prensa no tendría razón de ser y lo mejor sería que no existiera. El nivel de adulación en el país es un real y verdadero asco
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
viernes, septiembre 14, 2007
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