martes, mayo 01, 2007

Visión Global: ¿Por qué temerle a la confrontación?


NELSON ENCARNACIONNUEVA YORK.‑Resulta a todas luces sin sentido el temor que muchas personas tienen de que la lucha por la nominación presidencial en el Partido de la Liberación Dominicana pudiera concluir causándole un daño irreparable a esa formación política.

Ese es un temor infundado si nos remontamos a la propia naturaleza de las entidades políticas, las cuales, como parte de la sociedad en su conjunto, son y tienen que ser organismos vivos y en constante movimiento.

Desear y hasta exigir que una formación política se mantenga estática es lo mismo que pretender que la misma sociedad no avance, no evolucione ni se mantenga en constante actividad.

La lucha en las organizaciones políticas‑más si son de carácter electoral como es el caso del PLD‑es algo inevitable y hasta saludable, ya que agudizar las contradicciones ayuda a la movilidad del cuerpo.

Esta confrontación que culminará con la elección del abanderado del PLD para los próximos comicios no difiere en nada ‑ni debe diferir‑ de la que se verifica en el Partido Demócrata de los Estados Unidos, donde no menos de siete aspirantes buscan la nominación para optar por la Casa Blanca en 2008, justamente el mismo año en que se celebrarán elecciones en la República Dominicana.

Si alguna diferencia existe es que el Partido Demócrata no está en el Gobierno como lo está el PLD. Tampoco se escuchan en la organización del ex presidente Bill Clinton ciertas acusaciones como las que se oyen en el PLD, pero de todos modos se libra una batalla similar.

Ahora bien, quienes lamentan la situación interna del PLD lo hacen desde una óptica un tanto hipócrita, pues se basan en que esa parcela política debe ser diferente de las demás, como si estuviese actuando en un medio distinto al dominicano.
Muchos de esos críticos antes lo eran porque el PLD se comportaba como "una logia" adonde era imposible penetrar y conocer sus interioridades.

Recuerdo que, motivado por esa corriente de opinión desfavorable a los métodos peledeísta, muchos analistas políticos nos sumamos en el pasado a esa línea crítica, bajo el alegato de que el PLD era una organización muy cerrada donde no se permitía el ejercicio de la democracia.
Algunos nos graduamos de "balaguerólogos", es decir, expertos en analizar el comportamiento del doctor Joaquín Balaguer, pero los más éramos "perredeólogos", ya que las luchas internas en el Partido Revolucionario Dominicano convertían esa entidad en una casa sin puertas, sin ventanas y hasta sin techo por donde se colocaba‑ y se sigue colando todavía‑ todo lo que se trata en su interior.

En cuanto al PLD, había que incursionar en la interpretación de las señales de humo con que se solían comunicar las tribus aborígenes de hace doscientos años, pues los peledeístas no soltaban prendas.

La censura era dura. No se concebía que una organización democrática manejase sus asuntos con tal hermetismo, al punto que considerábamos un atropello al derecho individual de los que formaban parte de sus filas, y a quienes no se les permitía siquiera expresar una ligera aspiración a un cargo cualquier.

Sin embargo, cuando la nueva realidad política del mundo impone que incluso los partidos más cerrados dejen ver su interior para que el pueblo sepa a que atenerse en cada proceso y a lo cual se ha acogido el PLD, ahora esos mismos críticos de antes desaprueban el hecho de que en el partido oficialista se disputen candidaturas con las mismas reglas de todas las organizaciones democráticas del mundo, pero con cierta diferencia.

¿A qué vienen las críticas al proceso interno del PLD si ese partido no hace más que permitir que se ejerza la democracia interna que antes le reclamábamos?
Tenemos que acostumbrarnos a aceptar la evolución de la sociedad en sentido general y de los partidos en particular, los cuales no son otra cosa que reflejo de los cambios que se experimentan, que en la mayoría de los casos van en beneficio de la propia sociedad.

Siempre será más saludable para el fortalecimiento democrático que los partidos decidan sus procesos internos mediante el ejercicio pleno de las prerrogativas de cada uno de sus miembros, a que esas mismas organizaciones le impongan a la sociedad acuerdos de aposento en los cuales sólo se benefician unos pocos.

nelsonencar@gmail.com

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