Del diariocordoba, España
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Lo malo de todas las profesiones es el carácter gremial que comportan ante la gente. Basta que un psicólogo diga que lo es para que nadie le confíe las cosas de su propia intimidad. Un banquero se presenta como tal y será víctima de un sablazo. En tiempos golpistas, alguien con uniforme militar verá cómo le rehúyen o le adulan. Un político de tercera fila deberá defenderse de la ira de algún ciudadano agraviado, y los jueces en vacaciones se verán en la obligación de atender verbalmente el recurso del que perdió el pleito. Eso es lo que sucede a los que se dedican a la profesión periodística: que a pesar de ser la mejor profesión del mundo, hay más de un día y de dos en que se avergonzarán de los colegas que campan por ahí luciendo y frivolizando los méritos con los que algunos informadores, cada vez menos, han intentado prestigiar este trabajo. ¿Periodista, dicen? No, yo solo soy un perplejo y humilde escritor en periódicos. Porque para periodistas por lo visto ya los hay en El Mundo, TV, en la cadena pública Telemadrid , convertida en altavoz de la falsedad. Hubo un tiempo en el que el periodismo buscaba la verdad. Ahora busca el espectáculo. Hubo un tiempo en el que se intentaba aportar informaciones. Ahora a los propietarios de los medios les basta con proporcionar confirmaciones. Así se nutre a la gran bestia de la opinión irreflexiva.
¿Para qué sirve un periódico que cree que la verdad no está ahí afuera, sino dentro de los despachos? Pues para algo debe de servir, porque en tiempos de duda y zozobra, más vale mentira en mano que verdad volando. Y si la mentira es de largo recorrido y ha ido transmitiéndose de padres a hijos, mejor que mejor, porque no exige esfuerzo ni tragaderas mayores. Así debían de pensar los judíos en los primeros alientos del zyclon B, cuando veían que entre el Gólgota y Auschwitz solo había pasado un instante y muchos, digamos informadores, dispuestos a hacerles pagar aquella lejana culpa. Ha nacido el periodista acoplado. A veces se acopla a un carro de combate, como el que mató al desacoplado Couso . Otras, a quien le paga para que someta su verdad al espectáculo.
Porque en ese pogromo intelectual sistemático de algunos contra la verdad, el periodista y sus medios acorazados se ciegan. A una hora de aquí, en las calles de Argel, la muerte nos señala con el dedo. En el juicio del 11-M, los sembradores de bombas se ríen de los jueces. Lo de Rajoy con su uso inaceptable del terrorismo, como si nada. Todo eso está pasando. Pero alguien diseñó una realidad virtual para la España que quiere volver a amanecer. Nos ha tocado ser el muñeco de todos los pim-pam-pums de España. Será que hay gente que está dispuesta a ver cualquier cosa con tal de no verse a sí misma. El cineasta Otto Preminger se preguntaba por qué la TV siempre pedía excusas por las interrupciones, pero nunca por la programación normal. Mi gato se frota contra mi pierna, me lanza pelotas de goma, me invita a acariciarle. Jugamos. A veces soy yo el que busca el ronroneo de mi gato y él me da la espalda y se convierte en esfinge. Creía ser su dueño, pero en realidad soy su esclavo.
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