Si insólita ha sido la reprimenda pública del secretario de Interior sobre un supuesto descuido policial en Santiago, más estrambótica es la reacción del jefe de la Policía, quien, al aceptar el reproche, anuncia que se instalará en esa ciudad con todo y jefatura.
No se entiende por qué el secretario Franklin Almeyda se destapa con tal escándalo, al culpar directamente al jefe del Comando Norte de la Policía, general Raudo Ramírez Comas, del auge de la delincuencia en esa provincia.
Peor ha sido la actitud del jefe de la Policía, mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, quien mansamente acepta el reproche público del doctor Almeyda contra un oficial superior bajo su mando, sin percatarse de la dosis de veneno que pueda tener esa daga.
Se pretende presentar a Santiago como la comarca de la República con mayores niveles de violencia delincuencial y, más extraño todavía, atribuir esa situación a un simple “descuido policial”.
La labor del general Ramírez Comas ha sido objeto de elogios por parte de la sociedad santiaguera que reconoce que la Policía, a pesar de las limitaciones logísticas y de personal, trabaja de manera incesante en el combate a la delincuencia.
Es pertinente recordar que durante la emergencia por el intempestivo desagüe de la presa de Taveras, ese oficial y sus subalternos lograron evacuar la anegada cárcel de Rafey sin que ninguno de los centenares de reclusos escapara o perdiera la vida.
El incremento de crímenes y delitos en Santiago no es mayor que en la Capital, Santo Domingo Este, donde la criminalidad ha desbordado toda previsión, por lo que no se entiende esa ráfaga de distracción disparada por el secretario Almeyda al pretender presentar a Santiago como cuna de la delincuencia.
Más que a “un descuido policial”, el auge de la criminalidad en Santiago y en toda la geografía nacional hay que atribuirlo al fracaso del sazonado programa de seguridad pública que ha pretendido aplicar la Secretaría de Interior.
Resulta, pues, inadmisible la pretensión del doctor Almeyda de arrojar lodo sobre un oficial competente y de presentar a Santiago como cuna de la delincuencia, como censurable es también que el jefe de la Policía acepte sumiso ese inmerecido reproche, cuyo verdadero propósito se colige por el veneno puesto en la daga.
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