Raúl Pérez Peña (Bacho)
No digamos jamás la mentira,
No engañemos a nuestros papás...
La expresión entonada en la Escuela es oportuna a propósito del reportaje de Nuria Piera exponiendo un grave engaño que se ha venido cometiendo con la niñez mediante el desayuno escolar.
Clasifica como crimen de lesa humanidad servir como leche lo que es una caricatura carente en proporción mínima de los ingredientes de nutrición que necesita un niño de edad escolar.
Pero también es crimen de lesa humanidad que la educación de los “hombres del mañana” se imparta en ausencia del soporte alimenticio elemental, lo que se agrava con la mentira.
Sumado a los escalofriantes datos del reportaje, reveladores de que es una sombra y no leche lo que consumen los niños en el desayuno escolar, sucede algo sumamente grave con ese mayúsculo negocio en el que figura involucrada la Secretaría de Estado de Educación.
Veamos algunos aspectos. No se cumple con la exigencia de ley de que en la etiqueta de todo producto destinado al consumo se inscriban con exactitud y certeza los datos y proporciones de los ingredientes.
Los importadores de suero están obligados a comprar leche de producción nacional en una proporción establecida por la ley, requisito por cuyo cumplimiento debe velar (y no lo hace) la Secretaría de Agricultura.
Fuentes confiables afirman que la caricatura de leche del desayuno escolar envuelve un negocio del ministerio de Educación con una empresa que ni remotamente cumple con su obligación de comprar leche de producción nacional en una cantidad que debe alcanzar los 100 mil litros, según los cálculos.
Lo peor es que la baja proporción que compra de leche dicha empresa, la vende más adelante en vez de utilizarla en el licuado que negocia con Educación. Algunos llaman “agua de tenis” a dicho producto. Habría que desollar otras partes en este negociazo, una de cuyas engañifas es que la caricatura de leche es vendida a precio de vacamuerta.
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