sábado, enero 27, 2007

Extinción y capitalismo salvaje

Vorágine capitalista. El recalentamiento global nos avisora la desaparición de los osos polares, gracias al desenfreno industrial de las grandes potencias

Por César Hildebrandt, Revista Mariátegui

-REPRODUDCION DE AMAUTA, PORTAL DE BRASIL-


Los osos polares pesan ahora 25% menos que hace diez años. El deshielo creciente de su hábitat les hace más difícil cazar a sus presas. Están en la lista de animales próximos a desaparecer por los cambios climáticos derivados del recalentamiento de la Tierra.

¿Se imaginan un mundo sin osos polares, sin sus andares grasientos, su nariz de aceituna y sus crías que parecen peluches mecánicos haciéndole el comercial a algún tipo de pilas? ¿Un mundo sin osos polares y con millones de Bush, pinochetistas surtidos, perros fascistas, enemigos de las ONG, defensores de la caza humana en las prisiones como la que perpetró la inextinguible alimaña venida del Japón?

Dos terceras partes de las especies animales que se dieron en la Tierra han terminado extinguidas. Pero las aboliciones de especies de hoy no tienen como causa la evolución o la inadaptación: es la bestia mayor de los mamíferos, el hombre, el que tala árboles para contrabandear maderas prohibidas, mutila a los rinocerontes por los mitos eróticos alrededor de su cuerno o extermina a más de 50 millones de tiburones por año para servir a chinos cada vez más pudientes la muy cotizada sopa de aleta de tiburón.

Según algunas fuentes confiables, están desapareciendo unas 15,000 especies de fauna por año, sobre todo en las selvas húmedas y en las sabanas africanas. La bestia mayor de los mamíferos no se detiene en su tarea de desazular al planeta y volver estéril lo verde y tóxico lo nutricio. La bestia mayor no cree en el planeta: cree en la bolsa, en The Economist y en la Shell. El capitalismo salvaje de hoy interpreta perfectamente a la bestia: sigamos explorando en Alaska, los ecologistas son unos histéricos, el compromiso de una empresa es hacer dinero para sus accionistas.

Y ahora están pensando en exportar al espacio su plaga de langostas: leo en el último número de National Geographic que un científico, enamorado de la capa gigante de hidrocarburos que cubre a Titán, la luna más grande de Saturno, señala: "Si pudiéramos explotar algún día esa materia no habría jamás déficit de petróleo en la Tierra". Y estoy seguro de que ya hay equipos de investigaciones empujando a la Nasa a que naves como la Cassini se dediquen a buscar fuentes galácticas de materias primas, modos de llegar con sus perforadoras y su mugre a las soledades más distantes con tal de que la bestia mayor de los mamíferos persista en su modo de vivir, o sea quemando miles de hectáreas de árboles cada año para beneficio de los especuladores urbanos o matando millones de búfalos para dejar sin comida a los pieles rojas, como hiciera en sus orígenes la democracia anglosajona que hoy gobierna el mundo (sin firmar ni siquiera el Protocolo de Kyoto).

En el Perú están a punto de desaparecer 301 especies de fauna silvestre, desde el murciélago longuirrostro hasta el albatros de Chattam, pasando por el picaflor de cometa ventigris, el zambullidor de Junín, la perdiz de Kalinowski, el saltojo, el cocodrilo de Tumbes, la tortuga dorso de cuero, la chinchilla, el churrete de pecho blanco, el petrel de Galápagos, el potoyunco, el piquero de Nazca, la pava barbada, el gavilán dorsigris, el perico macareño, el mono choro de cola amarilla, el lobo de río, el oso de anteojos, el ratón montaraz rosalinda o el tucancito semiamarillo. Y toda esta maravilla al borde de la extinción corre peligro por mano del hombre, que ha destrozado paisajes enteros, cambiado los regímenes de lluvia, cazado en demasía y eliminado por deporte y alterado las cadenas alimenticias de parajes enteros de selva, sierra y costa.

¿Y qué seguimos haciendo los mamíferos mayores en este país? Pues seguimos dando autorizaciones para que todas las pluspetrol que quieran perforen la selva y hagan lo que hicieron a lo largo del gasoducto de Camisea: devastar un área equivalente a tres países de Centroamérica. ¿Y qué dicen al respecto el mayor de los mamíferos a cargo y sus perros escribas? Pues que a la minería, que se lleva lo que hoy cuesta mucho y mañana puede costar poquísimo, no hay que tocarla ni con el roce de un impuesto a la megaganancia. "No podemos ahuyentar al capital extranjero" clama el mamífero que nos preside, olvidando que ningún capital va a huir porque le cobren impuestos, ya que el oro no se mueve de las montañas cajamarquinas donde reside ni el cobre se va a ir de Toquepala o de La Oroya, las ciudades donde los niños respiran y comen plomo pero pesan menos que todos los niños de su edad.

Estos "globalistas" de chaveta y Friedman no quieren saber nada con lo verde, excepto que sea el de los dólares. Les parece una oenegenada, casi un amaneramiento sensiblero. No le creen ni a Al Gore cuando sostiene que si la capa de hielo de Groenlandia se derritiera -y a este ritmo de calentamiento se derretirá en cincuenta años- el nivel del mar puede subir en ciertas regiones unos siete metros, con lo que Manhattan se volvería submarina y el Callao podría anclar en Miraflores.

¿No viven estos irresponsables en un planeta viviente al que estamos matando, no respiran este monzón de brea que son nuestras ciudades, no sienten que los veranos son más largos? No. Ellos están leyendo The Economist, apañando a Fujimori, sintiendo nostalgia por Aznar, diciendo lo que lo más ruin del sistema quiere oir y proclamándose liberales, como si esa palabra fuera un escudo con que cubrir su miseria intelectual. La Tierra está enferma. Enferma de nuestra especie. Enferma también de capitalismo salvaje.


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