Del Reportero de la Comunidad
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La comunidad internacional se ha visto cara a cara con una serie de eventos que se presumían poco cercanos en cuanto a frecuencia y magnitud. Los casquetes polares pierden masa y los mares inician una elevación del nivel que pone en riesgo la vida en las costas, así como propicia la elevación de las temperaturas, la ocurrencia de fenómenos como huracanes, sequías e inundaciones.
La actividad humana parece ser la responsable del caos que se avecina, sin que deje de ser paradójico considerar que el progreso humano basado en la utilización de la tecnología, termina siendo la causa de daños inimaginables a la propia raza humana.
El uso de la ciencia y la técnica desde luego que es característica de las sociedades que han logrado el bienestar para su población; pero, la utilización requiere de ser acotada desde el punto de vista no sólo económico, sino ético.
En la actualidad se debate acerca del calentamiento global, sobre la terrible amenaza que la naturaleza descontrolada significa para todos. El clima planetario está cambiando y las temperaturas son cada vez más altas, con las consecuentes modificaciones al nuestro entorno natural y cultural.
Los países considerados civilizados, amén de sus amplias capacidades tecnológicas y científicas, se manifiestan alarmados por los cambios que observamos. Los científicos claman por medidas que permitirán desacelerar la catástrofe, siempre y cuando los políticos estén dispuestos a impulsarlas.
Pero, los actores económicos parecen ser renuentes a dejar de obtener ganancias a costa del deterioro climático. La seriedad de las consecuencias del abuso de los energéticos asociados al petróleo, es trivializada por la influencia en los medios de las grandes compañías petroleras.
Ahora, ante una clara preocupación mundial por los cambios climáticos, empresas estadounidenses ligadas a la clase política en el poder y al negocio petrolero, pagan el silencio de los científicos, o la atemperación de los señalamientos acerca de quién o quiénes son los culpables del agravamiento del cambio climático.
EUA, reiteradamente en contra de comprometerse en el protocolo de Kioto, evadiendo la firma del documento, insiste en que nada pasa en el mundo, que los deshielos acelerados en zonas antes respetadas por el calentamiento y la devastación de maremotos y huracanes, se debe a cualquier causa, menos a la influencia del interés económico que depreda y abusa de los recursos naturales.
El petróleo parece ser la nueva manzana de la discordia en el mundo, a partir de que los pretextos para obtenerlo pueden ser los que a usted se le ocurra, o más bien, los que al gobierno de EUA le convengan para favorecer a las grandes empresas del petróleo: puede ser el terrorismo internacional, la posesión de armas “de destrucción masiva”, la “seguridad” de la región, la “defensa” de las fronteras estadounidenses, etcétera.
La política internacional y el conjunto de interese económicos que defiende EUA son, sin que suene a exageración, el verdadero y único flagelo mundial digno de ser temido, pero también conocido y reconocido por la comunidad de las naciones.
Esos intereses hicieron posible
Detrás de la catástrofe humanitaria que se escenifica en los países arrasados por EUA y aliados, se encuentran los intereses de las trasnacionales ligadas al petróleo y las armas. Tan obtusa manera de concebir el éxito comercial, acaba por desvirtuar cualquier defensa al sentido que tiene la política de la nación más poderosa del mundo.
A pesar de la evidencia, países como México siguen rindiendo pleitesía al gobierno de EUA, en una relación que se antoja morbosa, casi sado-masoquista. Nuestro país pone en manos de la justicia gringa a criminales que son mexicanos, sin que parezca importar la cancelación de la soberanía del Estado mexicano.
A estos despropósitos se agrega la amenaza de ataques de células de Al Qaeda, críptico y ubicuo fantasmón al parecer al servicio de los intereses de
No puede ser coincidencia que el gobierno de Bush se haga presente en México con la bandera de la defensa del modo de vida de los mexicanos, además de la poco confiable promesa de “apoyo militar” que parece flotar en el aire.
De cualquier manera, tenemos por un lado, la aviesa intensión de doblegar la soberanía nacional a partir de la probable concesión de su defensa a una potencia extranjera, y por el otro, una cada vez menos creíble gestión gubernamental hecha a la idea de plegarse a los caprichos de los vecinos del norte.
El gobierno de Felipe Calderón sigue, lamentablemente, el mismo esquema de entrega económica y política que con tanto entusiasmo siguió su antecesor. Se carece de compromiso con la nación, se carece de sentido de la política, falta amor a la patria. Sobra, hoy como antes, ignorancia y petulancia.
México acoge a pesar de cualquier advertencia, los intereses de las empresas gringas en materia de agricultura, abriendo la puerta a la destrucción de nuestra biodiversidad; asimismo, México se pliega a los intereses extranjeros al permitir el deterioro de su ambiente en aras de quedar bien con su vecino.
Nuestra soberanía alimentaria no está en riesgo, simplemente está en manos del extranjero. Mientras tanto, el gobierno de Felipe Calderón, se afana en dar la apariencia de seriedad, sin llegar al fondo de las cosas, sin asumir realmente la defensa de lo nuestro, el rescate de lo propio, la vuelta a la respetabilidad mediante una política exterior que reconozca el derecho de los pueblos a su autodeterminación.
En el exterior somos, un jilguero ridículo del imperio gringo. Una caricatura patética de lo que fuimos en el contexto latinoamericano. ¡Qué pena y qué vergüenza!
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