De EL DIARIO DE LEON S.A
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El desmadre que era ayer la política italiana, un sálvese quien pueda en el que todos sospechan de todos, se reflejó en ríos de declaraciones que abrían a cada minuto nuevos escenarios y los volvían a cerrar. La impresión general era borrosa y de un vértigo absurdo.
En Refundación Comunista, donde milita Franco Turigliatto, uno de los dos senadores rebeldes del miércoles, estaban que trinaban. «¡Tendría que leer los e-mails que nos llegan desde ayer y las decenas de llamadas de rabia de nuestros electores!», decía un portavoz. Por la tarde le suspendieron del partido, pero una de las corrientes críticas -en Italia, cualquier formación que se precie tiene una una- concretamente la troskista, le mostró su solidaridad. Algunos afiliados se autosuspendieron.
Entretanto, el otro partido comunista, PDCI, que cuenta con el otro senador díscolo, convocó una manifestación el domingo para demostrar «que no todos somos como él» y apoyar a Prodi. Es gracioso, porque el sábado se manifestaban en Vicenza contra la base estadounidense de la ciudad y contra el Ejecutivo por aprobar su ampliación.
Otro personaje inverosímil es el veterano democristiano Clemente Mastella, cuyo partidillo, el Udeur, se acerca al sol que más calienta y es poco de fiar. Ahora está en La Unión y apostó por seguir a Prodi como una piña, pero dejó caer ya una condición: «La ley de parejas de hecho hay que quitarla de la agenda, esto debe estar claro». Además, no oculta sus sospechas de que pretenden dejarle fuera. Hablando de democristianos, el principal partido de Gobierno, DS, ve en la derrota del Senado «una conspiración con su sello, según los deseos de EE.UU. y el Vaticano». «Un minuto antes, Andreotti garantizó su apoyo y luego votó que no», lamentó.
En cuanto a posibles nuevos aliados, el Movimiento por la Autonomía dijo que «pactaría hasta con Bin Laden si aseguran que se hace el puente de Messina». Horas después lo desmintió. Luego lo volvió a repetir.
Pero lo mejor es lo de Roberto Calderoli, de la Liga Norte. Propuso un Gobierno técnico que cambie la ley electoral y convoque elecciones, cuando la actual la hizo él a toda prisa antes de las anteriores. «Es una cerdada de ley», reconoció, pues estaba hecha sólo para arruinar una victoria de Prodi.
En Refundación Comunista, donde milita Franco Turigliatto, uno de los dos senadores rebeldes del miércoles, estaban que trinaban. «¡Tendría que leer los e-mails que nos llegan desde ayer y las decenas de llamadas de rabia de nuestros electores!», decía un portavoz. Por la tarde le suspendieron del partido, pero una de las corrientes críticas -en Italia, cualquier formación que se precie tiene una una- concretamente la troskista, le mostró su solidaridad. Algunos afiliados se autosuspendieron.
Entretanto, el otro partido comunista, PDCI, que cuenta con el otro senador díscolo, convocó una manifestación el domingo para demostrar «que no todos somos como él» y apoyar a Prodi. Es gracioso, porque el sábado se manifestaban en Vicenza contra la base estadounidense de la ciudad y contra el Ejecutivo por aprobar su ampliación.
Otro personaje inverosímil es el veterano democristiano Clemente Mastella, cuyo partidillo, el Udeur, se acerca al sol que más calienta y es poco de fiar. Ahora está en La Unión y apostó por seguir a Prodi como una piña, pero dejó caer ya una condición: «La ley de parejas de hecho hay que quitarla de la agenda, esto debe estar claro». Además, no oculta sus sospechas de que pretenden dejarle fuera. Hablando de democristianos, el principal partido de Gobierno, DS, ve en la derrota del Senado «una conspiración con su sello, según los deseos de EE.UU. y el Vaticano». «Un minuto antes, Andreotti garantizó su apoyo y luego votó que no», lamentó.
En cuanto a posibles nuevos aliados, el Movimiento por la Autonomía dijo que «pactaría hasta con Bin Laden si aseguran que se hace el puente de Messina». Horas después lo desmintió. Luego lo volvió a repetir.
Pero lo mejor es lo de Roberto Calderoli, de la Liga Norte. Propuso un Gobierno técnico que cambie la ley electoral y convoque elecciones, cuando la actual la hizo él a toda prisa antes de las anteriores. «Es una cerdada de ley», reconoció, pues estaba hecha sólo para arruinar una victoria de Prodi.
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