sábado, febrero 21, 2009

El péndulo de la vida


Escrito por: Rafael R. Ramírez Ferreira

Mayor General, E.N. (DEM)

“La voluntad del hombre siempre se orienta hacia el bienestar, a lo que llama «dicha» y sigue un camino absolutamente distinto del que debiera enseñarle la moral”.

A. Schopenhauer.-

   ¿Qué sería este mundo sin todas sus imperfecciones. ¿Se imagina usted, esta tierra llena de santos y purificados humanos, sin que exista ningún tipo de tormento, porque todo sería ideal, sin retos, sin esos pensamientos tentadores?, por ejemplo, al contemplar la trigueña caminar en esta tarde sabatina?.

Aburrimiento total, gordura por doquier y, un corazón a marcha lenta por falta de emociones, sin disfrutar esta “tarde que me invita a conversar con los recuerdos”, deseando decirte “… quiero verte una vez más, y en mi agonía, un alivio sentiré”. ¡Caramba!, la verdad es que no me gustaría ser santo en la Tierra, si para ello tuviera que dejar de escuchar su voz y esas palabras que al salir de sus labios, más que bellas expresiones, son el más fiel reflejo de esos puros sentimientos que anidan en su corazón.

Confieso a conciencia que anhelo ser pecador y dejarme llevar por el amor a los confines de los puros sentimientos, allí donde sin temor las almas profieren en voz alta sus debilidades, a viva voz, así: “quiero verte una vez más,/ aunque me digas,/ que ya todo terminó,/ que es inútil remover,/ las cenizas de un ayer”.

No deseo vivir lo que me resta de vida queriendo poner limitación a mi imaginación sobre lo tierno y bello, como tampoco voy a contener el impulso que pueda causar que se apaguen los buenos deseos, aunque sí mantener apretadas las riendas para evitar caer en una carrera desbocada, que me arrastre hasta el abismo de la perdición y el vicio, “pues oponer el bien racional y social a otro cualquiera de distinta clase no está permitido, sea alabanza de la gente, los cargos o las riquezas”, como decía Sócrates.

Prefiero mil veces seguir los consejos manifestados por Marco Aurelio, citando a Sexto de Querenea, ése filósofo estoico, sobrino del escritor moralista Plutarco, cuando recomienda seguir las costumbres de los mayores, y nos invita a continuar aferrados a esa noción de vivir según la Naturaleza; la dignidad sin artificio; el preocuparse de los amigos con solicitud; la tolerancia con los ignorantes y con los que opinan sin reflexión; (…) alabar sin estridencias y saber mucho sin ansias de relumbre”.

Pero, por lo que leo y escucho, oponerse a las cosas mal hechas está prohibido, so pena de ser catalogado como un rebelde por parte de los mismos ineptos, expertos en crear situaciones increíbles en base a mentiras, para tratar de manchar honras y actitudes correctas y responsables, opuestas a las falsías y engaños con la cual ellos conviven en los pozos de la ignominia.

Razón de más tenía y tiene José Ingenieros, cuando escribió: “La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad; ella hace enmudecer los escrúpulos en los hombres incapaces de resistir la tentación del mal. Es falta de virtud para renunciar a éste y de coraje para asumir su responsabilidad. Es el guano que fecundiza los temperamentos vulgares, permitiéndoles prosperar en la mentira: como esos árboles cuyo ramaje es más frondoso cuando crecen en las inmediaciones de las ciénegas”. No se olvide que la flor de fango (bella, deslumbrante), crece en este espacio de inmundicias.

Considero que esta noche y día, el bien y el mal, los ineptos y los que no lo son, los corruptos e indelicados (ahora santificados) y aquéllos que no lo son, constituyen el péndulo de la vida, el día y la noche, la satisfacción y el dolor. Cada día crece más el veneno de estos engreídos y al final de cada jornada se sienten más poderosos, hundiéndose más en esa falsa ilusión de que todo es para siempre, sin querer admitir ni darse cuenta de que lo que hacen es prolongar su agonía, porque hasta ahora sólo han atacado a traición, con sucias escaramuzas, sin oposición alguna. Pero, de una manera clara, sin lugar a malas interpretaciones, les aseguro que la lucha no parará ahora, que será larga y tendida, dolorosa para ustedes y con nobleza vuelvo a recordarles que: “Hay que temerle a la ira de un hombre paciente”.

Dentro de esta jauría, hay un grupo perverso que podríamos denominar como creadores y sembradores de veneno, arribistas perversos que uno a uno han comenzado a caer y que continuarán achicando esa fila, aunque se hagan falsas ilusiones. Son aquellos incluidos en lo que los norteamericanos llaman “reason to believe” (o razón para creer) que usted sí es culpable, aunque no exista una convicción al respecto. Son aquellos expertos indelicados –hoy santificados-, a los cuales es difícil atraparlos con las manos en la cosa aquella, pero que todo el mundo siente repugnancia al saludarlos y estrecharles esas manos contaminadas, unos por criminales asesinos y otros por corruptos y por su connivencia con la peor pandemia que asola la humanidad: el narcotráfico.

Y pensar que inicié hoy estas líneas sin ánimo de pelear, pero cuando me entero de las andanzas de estos perversos me rebelo, y sé a conciencia -cosa que al parecer ellos ignoran-, que estoy dispuesto a continuar andando con el lazo en las manos, porque todo el mundo sabe quiénes son y están condenados a la horca moral y quizás a algo más, y ese lazo les produce temblor y problemas aflojamientos en los esfínteres. Porque nunca he sido perrito faldero de nadie y, que hasta ahora, muy a pesar de haberlo intentado muchas veces y de diferentes maneras, está demostrado que no soy buey para permitir que me pongan un narigón.

Las cosas hay que hacerlas bien o mejor que bien, sin engaños, y si falla que sea por error humano, y no por la mala intención o mala fe. Eso creo, y si a eso se le llama ser rebelde, pues bien, acepto con gusto y responsabilidad el calificativo. Porque al menos me sobra valor para sustentarlo, no como otros que se repliegan y abjuran de sus principios por viles y espurios intereses. Pregúntenle al gallo que lleno de estupor escuchó a Pedro negar a Jesús antes de  que él cantara tres veces. ¡Cuánta doblez humana!.

Por eso están bravitos y así continuarán estándolo, porque la solución a este problema no es, precisamente, ninguna de las dos alternativas que están bailoteando. Eso les aseguro. ¡Pobrecitos!. De seguro que esta vez disfrutan más que nunca su festín especulando que esta vez sí me dañaron la tarde, pero fallaron como quienes se inclinan al suelo a recoger cosas que parecen medio peso, por lo que el dictador Lilís presuntamente habría prohibido escupir redondo. ¡Sí señor!.-

E-mail: rafaelpiloto1@hotmail.com

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