lunes, febrero 09, 2009

Ni ven, ni oyen

Por Luis H. arthur S. 

El Caribe, Matutino Dominicano

Cuentan que Trujillo le ofreció a Don Américo Lugo, que no comulgaba con su régimen, nombrarlo asesor de un secretario de Estado.
Dicen que Don Américo, en la época en que nadie se atrevía a contrariar la voluntad del dictador, le respondió que si un secretario de Estado necesitaba de un asesor, entonces el asesor debería ser secretario de Estado.

Se mantuvo confinado en su residencia en la calle Bernardo Pichardo #6, casi como preso político.
En estos tiempos nos encontramos que el Presidente tiene cuchumil asesores. Cada secretario de Estado otro montón, y resulta que las cosas andan mangas por hombro.

No sólo la droga, la delincuencia, el robo, los desfalcos, la impunidad están minando la sociedad a pasos galopantes, contaminando a los organismos de seguridad y control, como Policía, Fuerzas Armadas, Control de Drogas, Justicia, etc., sino y peor que todo la abulia e inacción oficial que se convierte en ejemplo.

El Presidente, ausente, distante, ocupado sólo en sus triquiñuelas político-económicas, hasta ahora se da ligera cuenta y para guardar las apariencias les dice tímidamente a la cúpula militar en un salón de Palacio, que las Fuerzas Armadas han sido coludidas, saluda a mansos y cimarrones y les exhorta a mantenerse firmes.

Mientras, la Procuraduría anticorrupción ahora, demasiados meses después, va a darle curso, como si fuera burla, a un expediente de aparente desfalco de 15 milloncitos por varios síndicos rurales de Guayubín.

Cuando celebramos que ya supuestamente no comemos pan con bromato de potasio, que atenta contra la salud y que el desayuno escolar tiene al parecer buen producto lácteo y alimenticio para los estudiantes, Nuria destapa cómo en los hospitales y farmacias están haciendo negocio con distribuidoras de medicinas que las comercializan en chinchorros, sin cadenas de frío, falsas y están matando a quien busca cura.

Toda una red de traficantes que lucen dar demasiadas buenas comisiones.

Recordemos que a un funcionario de Salud Pública de tercera categoría le robaron en su casa, de su caja fuerte, millones y más millones en efectivo, sin que pudiera justificar su procedencia y método de guardar tanto dinero, y todo se olvidó.

Quizás sabía demasiado y era sólo una chilata comparado con lo repartido.
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