miércoles, septiembre 20, 2006

A veces, es bueno darse “un baño de pueblo”

Reginaldo Atanay

Por Reginaldo Atanay

Nueva York. (Atanay.Com). - A veces uno quiere darse una untura de pueblo. Un “sobo” resucitador de costumbres que se fueron. O que las dejaron ir.

Y en esas ansias, se mete en el pasado; sale, vuelve a entrar. Busca algún futuro, y finalmente vuelve y se sienta en el presente: Para sentirse “vivo”.

“El pueblo” , esa vaina que de tanta utilidad le ha servido a los políticos, es un conjunto de cosas, de vidas, de pasados, presentes y futuros, en los que uno, con la imaginación, puede darse un baño fortificante. Y hasta rejuvenecedor.

Porque... no me vayas a decir que no te produce alegría, euforia, recordar cuando, de niño o adolescente, en pleno aguacero torrrencial, te lanzabas con un pantaloncito o con toda la ropa; o desnudo, y te colocabas debajo de un caño de agua de lluvia, de esa agua que revive el “pelo malo” (que eso es una pendejada, el pelo es bueno como quiera, y en cualquier parte), y que “despoja” a uno de emociones viejas y entorpecedoras.

“El Pueblo” soy yo. Y eres tú. Y también el sujeto aquel que te cae mal. Todos somos pueblo, y caemos en el augusto recinto de la humanidad.

Sucede, que hay costumbres y mañas que van dándole a uno un toque diferente y distinto al que trajimos cuando llegamos al mundo al través del vientre de mamá. Y nos van despersonalizando tanto... que llegamos a ser, en corto tiempo, “uno más”.

Y desde entonces, los amiguitos invisibles no nos visitan; ni hablamos aparentemente “con nadie”, como lo hacíamos en la infancia, en el patio o en el parque.

Y dejamos de querer a las ranas, a los pájaros, al perro, que casi nos llevaba a la escuela, o al gato que nos dio clase de higiene y paciencia.

Y creímos, al crecer, que los duendes no existen. Ni los gnomos. Y ellos lo saben. Y se resienten. Y se apenan.

Por eso al Maestro Jesús le gustaba –y recomendaba—que uno “se hiciera niño”. Porque aunque la niñez es una edad, también suele ser un estado mental que hace sentir a uno que está a tono, en armonía y a gusto con el Universo todo.

En la mente colectiva del pueblo, está la botica. El salón de milagros. La cámara de salud, la sabiduría de los tiempos... No olvides que en los tiempos que no están apuntados en sitio alguno, las instruciones eran “de boca a oído”. Nada escrito.

Y todo eso no se ha muerto, pues no pueden matarlo. Está ahí, pero nos olvidamos de ellos.

Y tanto nos olvidamos, que vivimos fuera de nosotros, buscando lejanías y utopías, cuando en nuestro interior hay tantas realidades y tesoros. Y allí hay enseñanzas milenarias “locas” por manifestársenos.

Una “untura de pueblo” es saludable que nos la demos de vez en cuando. Y con ella, hagamos un acercamiento –confiados—a la Naturaleza.

Porque la Naturaleza es el origen y la presencia de nosotros, y con ella podemos intimar en cualquier sitio del planeta.

¿Hace tiempo que tu olfato no percibe un olor de una aurora, del alba? ¿Y del crepúsculo? ¿Y del mediodía, cuando gentes y animales entran en reposo, para partir el día?

Si hace tiempo que no sientes eso, es que te has alejado un poquitín de tus orígenes.

De vez en cuando es de salud y paz ir a esos orígenes, y buscar en ellos, fuerza e inspiración. Y de vida

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