POR R. A. FONT BERNARD
Don Ramón A. Font Bernard, reconocido intelectual y político de largas vivencias, responde, punto por punto, las críticas que le hizo el doctor Euclides Gutiérrez Félix a sus observaciones sobre el profesor Juan Bosch en un acto público en el Palacio Nacional en conmemoración del centenario del nacimiento del doctor Joaquín Balaguer.
Conforme lo sentenció esa tarima de la sabiduría popular que fue don Miguel Cervantes, “los hombres somos como Dios nos hizo, y a veces peor”. Una sentencia, aplicable al doctor Euclides Gutiérrez Félix, -abogado, político, historiador, y varios etcéteras más-, quien como está demostrado, nació vehemente, y activado por la vehemencia actuará hasta el final de su parábola biológica. Es vehemente, con la particularidad de que, como me inclino a creer, lo es sin malicia.
Y como tal vehemente, me dedicó la extensa “Catilinaria”, publicada con un inusual despliegue periodístico, en la edición del periódico matutino, “Hoy”, en su edición del recién pasado día 8. En ella me califica,- desde luego sin malicia-, como un irreverente, “cínico y burlón”, al referirme al profesor Juan Bosch, en la ceremonia escenificada en el Palacio Nacional, para conmemorar el primer centenario del nacimiento, del doctor Joaquín Balaguer. Tres calificaciones para algunos temerarias, pero que yo, benévolamente, me inclino a considerar como errores de imprenta.
No soy yo quien para dudar de la alegada colaboración del doctor Gutiérrez Félix con el profesor Juan Bosch. Pero supongo que se trató de una colaboración de carácter literario, semejante a la cumplida por el doctor Diógenes Céspedes, en lo relativo a la corrección semántica, en algunos de los escritos del ex Presidente de la República. Por lo contrario, mi colaboración con el profesor Bosch tuvo un carácter político, tendiente a preservar la institucionalidad democrática de la nación. De esto puede ofrecer un valioso testimonio, el señor Domingo Mariotti, entonces el más cercano colaborador del Presidente de la Liberación Dominicana (PLD).
Es incuestionable, y tal vez el doctor Gutiérrez Félix lo ignora, que yo tuve el privilegio -antecediéndolo a él-, de haberme acercado al profesor Bosch, tras su retorno al país, el 20 de octubre del 1961, amparado por la apertura democrática iniciada por el doctor Balaguer, a partir del 30 de mayo del preindicado año. Y tal vez el doctor Gutiérrez Félix ignora que entre los meses de febrero a septiembre de 1963, yo, juntamente con el poeta y periodista Miguel A. Peguero hijo (Ph), desempeñé funciones muy cercanas al despacho presidencial. De manera “honorífica”, como nos lo advirtió el Presidente, con el señalamiento de que había heredado un gobierno quebrado. Para subsistir económicamente, recibíamos un “situado” procedente del periódico “La Nación”, entonces dirigido por el periodista Pedro Alvaro Bobadilla.
El doctor Gutiérrez Félix no tuvo la oportunidad, como la tuve yo, de estar presente, como testigo excepcional, en la extensa y cordial conversación sostenida por los dos grandes líderes -Bosch y Balaguer-, en el Hotel Wellington - “Seventh Avenue at Fifty- Fifth St-”, de la ciudad de Nueva York, en enero de 1963. En consecuencia, está desautorizado para desmentirme, en torno a lo conversado en esa reunión. Han transcurrido ya más de cuarenta y tres años, y en un ejercicio mental, recuerdo como si fuese ayer el comentario del doctor Balaguer, al final de la entrevista: “Bosch no permanecerá en el poder más de dos años, porque tendrá frente a sí a la oligarquía criolla, a la Iglesia, y la desconfianza de Washington”. Por eso no regresó al país, tras recibir el pasaporte oficial -no diplomático como se ha dicho-, que le fue enviado, con una carta firmada por don Fabio Herrera.
A propósito de esa premonición ¿olvida el doctor Gutiérrez Félix, el desagrado de Washington, ante la visita del ya electo Presidente a Europa? ¿Olvida la presencia en el país de un general de cinco estrellas, apenas veinticuatro horas antes del golpe de Estado de septiembre de 1963? ¿No supuso una temeridad del profesor Bosch, - por no decir otra cosa -, su visita a los países comunista del continente asiático, mientras estaba en su más elevado nivel la confrontación de la guerra fría?
Coincido con el doctor Gutiérrez Félix en la apreciación de que el profesor Bosch no fue “un enano político”. Pero más que un político fue un maestro, que ejerció la actividad política, como si se tratase de una misión didáctica. Le recuerdo, en la visita que realizó a la entonces poderosa base militar de San Isidro, con la sola compañía de Peguero hijo, la mía y la del coronel Amado Calderón. En esa ocasión disertó en torno a “Las ideas pedagógicas del señor Hostos”. Y observando la conducta burlona de varios oficiales, al decir el Presidente que almorzaría con los rasos y clases y no con la alta oficialidad, Peguero hijo me dijo, con un lenguaje coloquial, “nos j...” O sea, lo que ocurrió dos meses después.
No hay, ni puede haber, “en el registro de mi memoria”, el resentimiento que me atribuye el doctor Gutiérrez Félix contra el profesor Bosch. ¿Cómo después de haberme beneficiado con su confianza, en el orden personal, podría yo caer en la aberración que me atribuye - sin dudas sin malicia-, el doctor Gutiérrez Félix.? Irrespetuosos con la memoria del ex Presidente, son quienes, como lo ha declarado el propio doctor Gutiérrez Félix, han “peredeizado con sus inconductas”, al Partido de la Liberación Dominicana.
Podría asegurar, sin equivocarme, que no todos los actuales altos dirigentes del PLD disfrutaron, como yo, del privilegio de ser, como lo fui, una diaria visita matutina en el apartamento donde vivía el profesor, en la calle César Nicolás Penson de esta ciudad. Recuerdo que en una ocasión, - presente el señor Mariotti -, me respondió con una de “sus reacciones emotivas”, la oferta que le trasmití, cercanas las elecciones del 1978. En la ocasión, para disimular el fracaso de mi misión, publiqué un artículo titulado “El enojo de don Juan”, en el que expuse que éste era un hombre dotado de una exuberante imaginación y que a ello debía sus éxitos como cultivador del género literario llamado el cuento. Pero que también se debían sus fracasos como político militante”. No era rencoroso, y un mes después aceptó la invitación que le formulé para que se reuniese en mi hogar con el licenciado Augusto Lora.
Convoco al doctor Gutiérrez Félix para que compare la correspondencia intercambiada entre él y el profesor Bosch, en sus veinte años de colaboración, con la que conservo como un tesoro en mis archivos. Entre ésta, la que me envió, manuscrita, agradeciendo mi regalo de la novela titulada “Boves, el Uruguayo”, del narrador venezolano Francisco Herrera Luque.
Coincido con el doctor Gutiérrez Félix en su apreciación de que el profesor Bosch fue “un maestro de América”. Lo fue, no solo por su magisterio cultural, sino, además, por la ejemplaridad de su conducta política. Ejerció la actividad política educando.
Agradezco al doctor Gutiérrez Félix, que contrario a su actual “compañero”, y otrora dirigente del partido Comunista Dominicano, licenciado Carlos Dore, haya calificado al doctor Joaquín Balaguer, como “el más capaz de los líderes dominicanos de todos los tiempos”. Tal vez, por “una cerebración inconsciente”, el licenciado Dore, ha olvidado que su firma figura en el documento fechado el 17 de junio de 1977, mediante el cual el PCD le solicitó al Presidente Balaguer, y éste lo concedió, el reconocimiento legal para que participase en las elecciones del año siguiente. Con esa solicitud, el doctor Balaguer y el Partido Reformista no eran, como lo son ahora, objeto de las aberrantes declaraciones del actual favorecido inquilino del Palacio Nacional.
Quede, marginalmente, la constancia de que la “descortesía” hacia el Presidente Fernández, que me atribuye el doctor Gutiérrez Félix, por lo expresado por mi, en la ceremonia oficial precedentemente citada, la interpreto como un mensaje subliminal, dirigido al jefe del Estado, en una demostración de solidaridad y agradecimiento. Coincido con él en el señalamiento de que el doctor Fernández “no solo es el Presidente de la República sino, además, lo es del Partido de la Liberación Dominicana, quien desde su adolescencia es un militante del Partido, bajo la dirección y tutela del profesor Bosch”.
Pero yo he preferido corresponder a la deferencia con que me ha distinguido el Presidente Fernández, con mi muy personal consideración, de que la soledad del poder sólo se disminuye cuando encuentra una voz que no adula, y una boca que no miente. Una voz respetable, porque se respeta a sí misma.
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