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Por Amy Goodman
Si uno creyera en el discurso del Presidente Barack Obama debería pensar que las operaciones de combate en Irak han terminado. Sin embargo, expuesta públicamente por primera vez con el escándalo de Abu Ghraib, la tortura en las cárceles iraquíes crece y crece, cada vez más distante de todo tipo de escrutinio o responsabilidad. Tras arrestar a decenas de miles de iraquíes (en muchos casos sin imputárseles ningún cargo) y de mantener a muchos de ellos prisioneros durante años sin juzgarlos, Estados Unidos ha entregado el control de las prisiones de Irak, con sus 10.000 prisioneros, al gobierno iraquí. Conozcan al nuevo jefe, es igual que el anterior.
Tarde en la noche del sábado, tras aterrizar en Londres, nos trasladamos a la pequeña zona residencial de Kilburn para hablar con Rabiha al-Qassab, una refugiada iraquí a quien se le otorgó asilo en territorio británico luego de que su hermano fuera ejecutado por Saddam Hussein. Su marido, de 68 años de edad, Ramze Shihab Ahmed, fue general del ejército iraquí durante el régimen de Saddam, peleó en la guerra entre Irán e Irak y formó parte de un frustrado intento de derrocar al dictador iraquí. La pareja vivió apaciblemente en Londres por varios años hasta septiembre del año 2009.
En esa fecha, Ramze Ahmed se enteró de que su hijo Omar había sido arrestado en Mosul, Irak. Ahmed regresó a Irak para encontrar a su hijo pero lo arrestaron a él también.
Durante meses, Rabiha no supo nada acerca del paradero de su marido. Pero el 28 de marzo de 2010 sonó su celular. Rabiha cuenta lo sucedido: “Mi celular sonó y respondí. Parecía otra persona, no reconocí su voz y pregunté: ‘¿Quién es?’ Dijo que estaba muy enfermo y luego dijo: ‘Soy yo, Ramze, Ramze. Llama a la embajada.’ Le sacaron el teléfono y terminó la conversación.”
Ramze Ahmed estaba preso en una cárcel secreta ubicada en el viejo aeropuerto de Muthanna en Bagdad. En un informe reciente de Amnistía Internacional titulado “Nuevo orden, los mismos abusos” se describe a la cárcel de Muthanna como “una de las más duras” de las prisiones de Irak, escenario de múltiples torturas, bajo el control del Primer Ministro Iraquí Nouri al-Maliki.
Mientras Rabiha me mostraba fotos de su familia, se cayó un pedazo de papel con palabras en inglés y en árabe. Rabiha me explicó que para poder decir en inglés lo que sucedía a su marido tuvo que buscar en el diccionario algunas palabras, ya que nunca antes había utilizado en inglés palabras como: “violación”, “palo”, “tortura”. Caían lágrimas de sus ojos mientras transmitía lo que su marido le había relatado: "lo han sodomizado con un palo, lo ahogaban repetidas veces colocándole bolsas de plástico en la cabeza, le propinaban descargas eléctricas.”
“Lo primero que hacían era colocarle bolsas de plástico en la cabeza, unas cincuenta veces por día, cuando perdía el conocimiento y ya no sentía nada, le propinaban descargas eléctricas y lo dejaban en estado de shock. Cuando se despertaba, le ponían de nuevo la bolsa de plástico y, una vez más, le hacían lo mismo, le hacían eso todo el tiempo. También ponían un palo en una bolsa o ponían una parte de un arma, la pequeña parte que va al principio del arma, no de un revólver o de una pistola, sino de un arma grande. Ponían eso en una bolsa y la cerraban. Luego traían a su hijo y le decían que violara a su padre y a la inversa. Le decían: `Debes violar a tu hijo´.”
No resulta sorprendente entonces, que según se detalla en el informe de Amnistía Internacional, el gobierno de Irak afirme que Ramze Shihab Ahmed haya confesado vínculos con al-Qaida en Irak. En enero de 2010, durante una conferencia de prensa organizada por el Ministro de Defensa iraquí, se proyectaron videos que mostraban a otros nueve prisioneros confesando crímenes, entre ellos al hijo de Ahmed, Omar, que presentaba signos de haber sido golpeado. En el video, Omar confiesa “haber asesinado a varios cristianos en Mosul y haber detonado una bomba en una localidad cercana a Mosul.”
Malcolm Smart, director del programa de Amnistía Internacional para Medio Oriente y el norte de África me dijo en Londres: “[En Irak] hay una cultura del abuso que ha echado raíces. Es cierto que estaba presente durante el tiempo de Saddam Hussein, pero lo que pretendíamos a partir del año 2003 era dar vuelta la página de esa historia, y esto no ha sucedido. Lo que sí sucedió es que hay prisiones secretas, gente torturada y maltratada que es forzada a realizar confesiones. A pesar de que en los tribunales son muchos los detenidos que dicen haber sido forzados a firmar confesiones falsas, la justicia no investiga estos hechos ni lucha para erradicarlos. Quienes perpetran estos actos no enfrentan responsabilidad alguna y no son identificados.”
Tras aquella breve e interrumpida llamada telefónica que recibió de su marido, Rabiha se puso en contacto con el gobierno británico y su embajada en Irak siguió el rastro de Ahmed hasta la prisión de al-Rusafa en Bagdad. Habitualmente Ahmed utilizaba bastón, pero ahora se encontraba en una silla de ruedas. Rabiha tiene una foto de él que sacó el representante del gobierno británico.
Amnistía Internacional informa que, estimativamente, hay unos 30.000 prisioneros en Irak, 200 de los cuales continúan bajo custodia estadounidense. Preunté a Malcolm Smart de Amnistía Internacional por los prisioneros y contestó: “Me dicen que el ejército estadounidense considera este tema como un asunto iraquí y que han entregado a los últimos prisioneros, a excepción de los doscientos que continúan bajo custodia estadounidense.” Sin embargo, mientras Estados Unidos continúe destinando miles de millones de dólares a mantener su presencia militar en Irak y a financiar al gobierno iraquí, es claro que el trato que reciben los prisioneros también es un asunto estadounidense. Amnistía lanzó una campaña de base para promover más acciones que aseguren la liberación de Ahmed.
Mientras tanto, Rabiha al-Qassab, que se encuentra aislada y sola en el norte de Londres, pasa las horas alimentando patos en un parque cercano. Esto era lo que su marido solía hacer.
Rabiha me dijo: “Voy al parque y doy de comer a los patos. Hablo con los patos y les digo: ‘¿Se acuerdan del hombre que les daba de comer? Está preso. Pídanle a Dios que lo ayude.’ ”
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2010 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 600 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Por AUGUSTO ALVAREZ
Agonizando, el tren de pasajeros heredado por la dictadura de Trujillo de la intervención norteamericana de 1916, aún se mostraba en capacidad de cubrir la ruta programada. Una mañana de finales de los años 40, el gusano mecánico hizo sonar su claxon para alegría de los lugareños y admiradores de aquel moderno medio de comunicación. La agresión alemana contra Polonia arrancó. Y sigue su agitado curso. Posiblemente de algún punto ubicado en el valle de la Vega Real, el tren habría partido, fijándose como destino final el municipio de Sánchez, en la provincia de Samaná.
Violentando tierras vírgenes que sostenían la economía nacional (básicamente zonas sembradas de arroz, caña de azúcar, tabaco y otros rubros) el aparato heredado por el régimen seguía orgulloso dando servicios a los selectos usuarios.
A la distancia, los cañones y las bombas seguían sembrando la muerte desde Santiago, la fortaleza San Luis se constituía en escolta muda al desplazamiento del modernismo (el tren) en tanto el monumento vendría a ser el ojo de águila a distancia de la dictadura.
Más allá de la capital de la región del Cibao, el general Piro Estrella se espantó en su lecho debido al ruido producido por la máquina de acero cuando éste partió del municipio de Palmarejo al tiempo justo en que Martina Bocito advertía a sus mujeres mantenerse alerta en procura de escuchar cualquier cuestión de interés para el régimen.
Por fin, dos días después de iniciarse la segunda guerra mundial, Inglaterra responde.
Oxidadas vías férreas aún permanecen sembradas en Pimentel, Sánchez Castillo y otros puntos que constituyeron eslabones de la ruta del tren.
Habrían los costos que matizaron la crisis económica durante la contienda bélica aconsejado al régimen de Trujillo sacar de circulación el tren de pasajeros?
Sorprende que los historiadores modernos oculten la existencia de una ruta vial que matizó un importante período de un régimen que habría tenido razones de peso$ para desconectar un insipiente medio de comunicación.
Considerar la existencia del Tren Trujillo o de la Intervención es una realidad que no puede ser secuestrada a la hora de pontificar acerca del metro que en la actualidad se pretende ampliar sin parar miente en la hambruna que padecen cientos y cientos de hogares en la República Dominicana.
Lo que sí es cierto es la existencia de cientos de huecos dejados por las bombas que fragmentaron el mundo, en tanto que aquí el hueco dejado por los rieles sirvieron para terminar de sepultar los cadáveres de miles de haitianos víctimas de la represión trujillista por el simple hecho de no saber pronunciar la palabra perejil.
El Partido Revolucionario Dominicano, sin duda pasará a la historia por sus aportes a la democracia, los cuales consistieron fundamentalmente en contribuir a la apertura de las libertades políticas en la República Dominicana. Pero el actual contexto ofrece nuevos y complejos retos para la construcción de la democracia, los cuales pasan por más institucionalidad y más oportunidades para que lo material no sea una limitante para el ejercicio ciudadano.
La democracia está asociada a la institucionalidad, mientras que la anarquía es el reino de los más fuertes. Es el orden y la institucionalidad asociados a la democracia lo que amplía las oportunidades a los más débiles.
En la historia política dominicana, la falta de continuidad de las políticas, así como la no aplicación de las leyes han limitado las oportunidades de las personas, teniendo como consecuencia, entre otras cosas los reducidos índices que como país exhibimos en matemáticas y Lengua Española, así como los graves problemas históricos que padecemos como son la falta de agua potable, el problema del suministro de energía eléctrica, el manejo de los desechos sólidos, entre otros.
Las organizaciones políticas así como el país, requieren de una institucionalidad que posibilite a dichas organizaciones ser permeadas por las aspiraciones de sus integrantes, convirtiéndose en un escenario democrático, donde también los intereses históricos y nuevos de los movimientos sociales puedan encontrar los canales políticos que permitan convertir sus aspiraciones en realidades.
La institucionalidad no ha estado en la impronta del Partido Revolucionario Dominicano desde su fundación. Lo que ha imperado en el funcionamiento orgánico dentro del partido son las relaciones primarias creadas a través de los lazos afectivos con los diferentes liderazgos carismáticos que han gravitado dentro del partido, siendo estos el sostén de arreglos basados en favores y reciprocidad, y no sobre la base de la institucionalidad.
La democracia de hoy requiere reglas de juego claras, que funcionen para todos. Más allá de los abrazos ocasionales a los dirigentes, la ciudadanía, necesita escenarios políticos inclusivos.
Las cúpulas de los partidos no podrán abrazar nuevas ideas y luchas y por tanto renovarse, si su institucionalidad no permite la incorporación de voces diferentes y disidentes. Para ello habría que actuar desde la lógica de un nuevo tipo de liderazgo.
Un liderazgo inclusivo y articulador, capaz de generar sinergia interna y externamente, donde el relevo de la dirigencia sea parte de la normalidad democrática y no un fenómeno traumático, que se viva como pérdida.
Gobiernos recientes de la región que han finalizado con altos índices de popularidad como son los casos de Michelle Bachelet en Chile y Lula Da Silva en Brasil, pasan por gestiones democráticas, basadas en el fortalecimiento de la institucionalidad de sus países, incremento de la inversión social, así como el respeto a los procesos de relevo de la dirigencia. Bachelet no intentó violentar la institucionalidad Chilena para continuar gobernando, ni Lula aspira a una nueva gestión, a pesar de la alta popularidad de ambos.
Retos que gravitan sobre la sociedad dominicana, como la construcción de una estrategia de desarrollo nacional, pasa por un liderazgo colectivo capaz de generar sinergia entre los diferentes actores sociales, políticos y económicos del país. Para ello, el PRD necesita recuperar la confianza a través del papel que juegan sus miembros en el Congreso y los gobiernos municipales.
Hoy día los legisladores ocupan la mayor parte de su tiempo en la realización de actividades que no guardan relación con sus funciones como congresistas, desviando el tiempo que le paga la ciudadanía, de funciones vitales como la de fiscalizar la inversión pública o de legislar. Mientras, la mayoría de los ayuntamientos dedican el grueso de sus recursos al pago de nóminas, quedando aplazadas las necesidades del territorio.
Por tanto, la posibilidad de construir una estrategia nacional de desarrollo de manera consensuada requiere de un liderazgo que genere confianza, no porque éste sea el que tenga mayor capacidad de conceptualizar, o posea la mayor cantidad de recursos, o carisma, sino porque sea capaz de negociar y concertar, produciendo el sentimiento de que se está construyendo la patria de todos y todas.
Tanto el fortalecimiento de la institucionalidad organizativa, así como el ejercicio de un nuevo tipo de liderazgo pasa por la prueba de dar espacio a las nuevas luchas sociales, las que al final deberían incrementar los derechos de las minorías, ya sean las tradicionales, como las mujeres o las nuevas, como lo constituyen hoy los descendientes de inmigrantes haitianos.
El PRD tiene el reto de volver a abrir sus oídos a las necesidades de las mujeres, y no sólo respetar los pactos, sino volverse uno de los principales defensores de la cuota de poder que corresponde a las mujeres, así como de las políticas públicas que sin duda tienen el potencial de impactar de manera positiva en la calidad de vida de las familias, como son los diferentes componentes de la seguridad social.
Para finalizar las excluyentes reglas de juego que priman hoy para la participación política han sido construidas por los partidos políticos, sin darse cuenta que ellos mismos se estaban perjudicando. La instrumentalización de los recursos públicos, para la permanencia en el poder, como práctica generalizada por todos los gobierno, así como la modificación antojadiza de la Constitución y las leyes, han contribuido a dar un enorme poder a quien tiene el control del poder político. Pero esto, repito, ha sido construido por los partidos políticos.
La institucionalidad democrática puede ser pesada cuando se está en el poder, pero muy beneficiosa cuando se está en la oposición. Más democracia es más institucionalidad y por tanto, más inclusión y derechos para todos y todas.
Olaya Dotel
MARIO VARGAS LLOSA 19/09/2010
Terry Jones, un oscuro pastor protestante de Gainsville, Florida, cuya iglesia cuenta apenas con medio centenar de parroquianos, anuncia que se dispone a conmemorar el aniversario de los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre quemando ejemplares del Corán y, en pocos días, se convierte en una celebridad mundial. No creo que exista un símbolo más elocuente de la civilización del espectáculo, que es la del tiempo en que vivimos.
El pastor Jones puede ser un fanático o un mero payaso, pero todos fuimos sus cómplices
Lo normal, ante una provocación, estupidez o payasada como la del pastor Jones, dictada por el fanatismo, la locura o un frenético apetito de publicidad, hubiera sido el silencio, la indiferencia, o, a lo más, una mención de dos líneas en las páginas de chismografía y excentricidades de los medios. Pero, en el contexto de violencia política y fundamentalismo religioso del mundo de hoy, la noticia alcanzó pronto las primeras planas y la imagen del predicador incendiario con su cara sombría, su terno entallado y sus dedos ensortijados dio la vuelta al globo. Cientos de miles de musulmanes enfurecidos se echaron a la calle en Afganistán, la India, Indonesia, Pakistán, etcétera, amenazando con represalias contra Estados Unidos y sus aliados si ardía el libro sagrado de su religión. Cundió la alarma en las cancillerías y altas instancias políticas, militares y espirituales de Occidente. El Vaticano, el secretario de Defensa Robert Gates, la Casa Blanca y hasta el general David Petraeus, comandante en jefe de la OTAN en Afganistán, exhortaron al pastor Jones a que depusiera su designio inquisitorial. Éste cedió, por fin, y, de inmediato, volvió al anonimato del que nunca debió salir. Hubo un suspiro de alivio planetario y quedó flotando en el ambiente la sensación de que el mundo se había librado de un nuevo apocalipsis.
¿Hubiera podido ocurrir? Desde luego. Uno de los rasgos determinantes del fanatismo es la incapacidad del fanático de tener una tabla de prioridades sensata y racional; en la suya, la primera prioridad es siempre una idea o un dios al que todo lo demás puede y debe ser sacrificado. Por lo tanto, una pira de libros sagrados abrasándose en un parque de Gainsville ante un centenar de cámaras de televisión y fotógrafos justifica la tercera guerra mundial y hasta la desaparición de la vida en este valle de lágrimas. Cuando el general Petraeus pidió al pastor Jones que no quemara los coranes porque si lo hacía los soldados estadounidenses que combaten en Afganistán correrían muchos más riesgos, sabía muy bien lo que decía.
¿Cómo hemos podido llegar a una situación tal en que la iniciativa descabellada de un pobre infeliz, sin credenciales de ningún orden, ha podido poner en vilo al mundo entero pues, de materializarse, habría desatado una orgía de violencia terrorista en varios continentes? Según algunos, la responsabilidad es de los medios de comunicación, que, si hubieran actuado de manera más atinada, no habrían catapultado al pastor Terry Jones al centro de la actualidad, publicitando su amenaza como si ésta hubiera sido lanzada por una superpotencia atómica. Es verdad que diarios, radios y canales de televisión actuaron sin responsabilidad alguna, pero ésta no es la razón primera del escándalo, porque, en este caso como en muchos otros que padecemos a diario, los medios de comunicación no pueden actuar de otro modo. Están obligados a hacer lo que hacen porque eso es lo que esperan -lo que exigen- de ellos los lectores, oyentes o televidentes en el mundo entero: noticias que salgan de lo común, que rompan con la rutina de lo cotidiano, que sorprendan, desconcierten, escandalicen, asusten, y -sobre todo- entretengan y diviertan. ¿No es divertido acaso que un predicador pentecostalista de Gainsville, Florida, declare, él solo, como un Amadís de Gaula medieval, la guerra total a los cientos de millones de musulmanes que hay en el mundo?
La información en nuestros días no puede ser seria, porque, si se empeña en serlo, desaparece o, en el mejor de los casos, se condena a las catacumbas. La inmensa mayoría de esa minoría que se interesa todavía por saber qué ocurre diariamente en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales en el mundo, no quiere aburrirse leyendo, oyendo o viendo sesudos análisis ni complejas consideraciones, llenas de matices, sino entretenerse, pasar un rato ameno, que lo redima de la coyunda, las frustraciones y trajines del día. No es casual que un periódico como Le Monde, en Francia, que era uno de los periódicos más serios y respetables de Europa, haya estado varias veces, en los últimos años, a las puertas de la bancarrota. Se ha salvado recientemente una vez más, pero quién sabe por cuánto tiempo, a menos que se resigne a dar más espacio a la noticia-diversión, la noticia-chisme, la noticia-frivolidad, la noticia-escándalo, que han ido colonizando de manera sistemática a todos los grandes medios de comunicación, tanto del primer como del tercer mundo, sin excepciones. Para tener derecho a la existencia y a prosperar los medios ahora no deben dar noticias sino ofrecer espectáculos, informaciones que por su color, humor, carácter tremendista, insólito, subido de tono, se parezcan a los reality shows, donde verdad y mentira se confunden igual que en la ficción.
Divertirse a como dé lugar, aun cuando ello conlleve transgredir las más elementales normas de urbanidad, ética, estética y el mero buen gusto, es el mandamiento primero de la cultura de nuestro tiempo. La libertad, privilegio de que gozan los países occidentales y hoy, por fortuna, un buen número de países del resto del mundo, a la vez que garantiza la convivencia, el derecho de crítica, la competencia, la alternancia en el poder, permite también excesos que van socavando los fundamentos de la legalidad, ensanchando ésta a extremos en que ella misma resulta negada. Lo peor es que para ese mal no hay remedio, pues mediatizar o suprimir la libertad tendría, en todos los casos, consecuencias todavía más nefastas para la información que su trivialización.
Las secuelas no previstas de la entronización de la cultura del espectáculo -sus daños colaterales- son varias, y, principalmente, el protagonismo que en la sociedad de nuestro tiempo han alcanzado los bufones. Ésta era una nobilísima profesión en el pasado: divertir, convirtiéndose a sí mismo en una farsa o comedia ambulante, en un personaje ficticio que distorsiona la vida, la verdad, la experiencia, para hacer reír o soñar a su público, es un arte antiguo, difícil y admirable, del que nacieron el teatro, la ópera, las tragedias, acaso las novelas. Pero las cosas cambian de valencia cuando una sociedad hechizada por la representación y la necesidad de divertirse, su primer designio, ejerce una presión que va modelando y convirtiendo poco a poco a sus políticos, sus intelectuales, sus artistas, sus periodistas, sus pastores o sacerdotes, y hasta sus científicos y militares, en bufones. Detrás de semejante espectáculo, muchas cosas comienzan a desbaratarse, las fronteras entre la verdad y la mentira por ejemplo, los valores morales, las formas artísticas, la naturaleza de las instituciones y, por supuesto, la vida política.
No es sorprendente, por eso, que en un mundo marcado por la pasión del espectáculo, Damien Hirst, un señor que encierra un tiburón en una urna de vidrio llena de formol sea considerado un gran artista y venda todo lo que su astuta inventiva fabrica a precios fabulosos, o que las revistas de mayor difusión en el mundo entero, y los programas más populares, sean los que desnudan ante el gran público las intimidades de la gente famosa, que no es, claro está, la que destaca por sus proezas científicas o sociales, sino la que por sus escándalos, excesos o extravagancias callejeras, consigue aquellos quince minutos de popularidad que Andy Warhol -otro de los iconos de la civilización del espectáculo- predijo para todos los habitantes de la sociedad de nuestro tiempo.
Es improbable que su oráculo se cumpla a cabalidad, pero sólo porque hay demasiada gente en el mundo y los medios no se darían abasto concediéndoles a todos esa pasajera inmortalidad. Pero sí se está cumpliendo, en un sentido más discreto e íntimo, pues una ambición creciente impulsa cada vez a más gente, de distintos ámbitos, a actuar de modo que le permita escapar del anonimato y acceder a esa efímera popularidad de que gozan los bufones, a los que, si son buenos en el arte de entretener, se les aplaude y da propinas y se les olvida para siempre. Es difícil escapar a este mandato que impulsa, incluso a los mejores, a echarse en brazos de los creativos de la publicidad -del espectáculo- aun cuando lo que hagan sea serio y parezca fuera del alcance de la frivolidad. ¿No hemos visto recientemente a alguien tan poco superficial como el científico Stephen Hawking promocionar su próximo libro con la llamativa propaganda de que en él se demuestra que la creación del universo puede prescindir de Dios?
Éste es el entorno en el cual se explica lo ocurrido con Terry Jones, el pastor pentecostal que sacudió al mundo y que pudo habernos arrastrado a otra catástrofe bíblica (nunca mejor dicho). Puede ser un fanático, un loco o un mero payaso. Pero, en cualquier caso, debe quedar claro que no actuó solo. Todos fuimos sus cómplices.
© Mario Vargas Llosa, 2010. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010.
JOSEBA ELOLA 19/09/2010
Es el crítico más demoledor de los grandes grupos de comunicación, de los periodistas resistentes al cambio. Incorrecto, sin pelos en la lengua, alimenta su imagen de gurú y vive siempre al filo de la polémica. Más de 100.000 personas leen su blog. 42.000 le siguen en Twitter
Cuando a Jeff Jarvis le fue diagnosticado un cáncer de próstata y de pene, no se le ocurrió otra cosa que contarlo abiertamente en su blog. Sí, ¿por qué no?, pensó. Por qué no reflejar aquello que le estaba ocurriendo, por qué no compartirlo con sus seguidores en buzzmachine.com, su bitácora, una de las más demoledoras con los grandes grupos de comunicación, con los resistentes al cambio, con los "dinosaurios" de la era impresa. El 10 de agosto de 2009 lo contó. Como cuenta él las cosas, sin pelos en la lengua.
El territorio bautizado por Colón como La Española fue relegado al de Santo Domingo por el florecimiento económico francés
Calle comercial en La Altagracia, en Punta Cana, República Dominicana.-
Previo a la Revolución, no fue un problema acuciante cómo denominar a esa parte de la Isla que, desde la perspectiva dominicana, no era Haití. Haití es un vocablo taíno, usado por los indígenas para denominar a la Isla; hacia 1598 todavía se usaba para referirse a ella. Luego de la creación de la República Dominicana y de que se exacerbaran las relaciones con Haití, ese nombre fue disputado; incluso se negó que los indígenas la llamaran así. Pero en el siglo XVIII los dominicanos también llamaban Haití a la Isla y usaban "Criollos de Hayti" como patronímico. Es decir, entonces Haití no denotaba un veredicto moral. A principios del siglo XIX era común que la Isla fuera llamada Haití, incluso luego de la fundación de la República de ese nombre.
Una comunidad política autónoma
En el primer cuarto del siglo XIX, varias tendencias abogaron por una comunidad política autónoma; cada una propuso un nombre para la entidad que quería fundar. Unos favorecían la integración con la República de Haití; otros se oponían a ella. Tal fue el caso de quienes proclamaron el Estado Independiente de Haití Español, unida a la Gran Colombia. Pero ese flamante Estado duró un soplo: poco después se inició la Dominación Haitiana. Al proclamarse la independencia en contra de Haití, el 27 de febrero de 1844, adquirió vigencia el término República Dominicana. El mismo ha prevalecido desde entonces; solo entre 1861-1865, cuando el país fue anexado a España, se le volvió a llamar Santo Domingo. En 1865, se restableció la soberanía nacional y el nombre de República Dominicana.
Pero ahí no terminaron las tribulaciones por el nombre. De hecho, se reforzó una discursiva que concebía a Haití y a la República Dominicana como entidades culturales diametralmente opuestas. Alejarse simbólicamente de Haití conllevó una reconstrucción del pasado, de manera que se desvanecieran aquellos aspectos de la historia que podían implicar alguna cercanía con ese país. Por eso se debatió el nombre de la Isla antes la Conquista. Según la opinión más aceptada hasta el siglo XIX, los taínos llamaban Haití a la Isla. Así era aceptaba por los dominicanos hasta inicios de esa centuria. Pero esto cambió entre 1821 y 1844.
Objetivo: alejarse de Haití
A partir de ese momento, alejarse de Haití -al menos simbólicamente- se convirtió en un objetivo central. Se negó, pues, que los antiguos habitantes de la Isla la llamasen Haití. Surgieron dos propuestas alternativas: que la llamasen Bohío (que significaría "tierra muy poblada"), o Quisqueya (alegadamente, "madre de todas las tierras"). Entre estos apelativos, el segundo terminó ganando el favor de los dominicanos. Pese a ello, el término Quisqueya carece de un sólido sustento histórico que permita aceptarlo como el nombre que le daban sus habitantes originales a la Isla Española. Según el intelectual dominicano César Nicolás Penson (1855-1901), este fue un nombre espurio que se originó en la deformación de Guisay, Quinsay o Quisay, fabulosas ciudades del Oriente que buscaba Colón en sus viajes. Dice Penson: "[...] de donde corrompiendo el vocablo, alguien dijo 'Quisquela', según la prosodia antigua [...] De ahí tomaron el nombre los historiadores de Indias, que han repetido los demás sin la debida crítica". Penson concluye, penosa, mas rigurosamente: "Aunque nos duela [a los dominicanos], la isla no se llamó siempre más que Haití; pues Quisqueya jamás existió".
Todo esto ilustra la obsesión por buscar un nombre que, hasta en los más remotos tiempos, separen a la República Dominicana y a Haití. Se trata de una disputa por el origen que implica asignarle significados particulares a la geografía de la Isla, convertida en el locus de un enfrentamiento de proporciones épicas y trágicas, y, por ende, en un espacio mítico. A esta querella por el espacio se adjunta una reyerta por el pasado, concebido como los tiempos del origen. Es ésta una de las formas en que, por negación, se ha construido una identidad nacional en oposición a Haití, a un "Otro" más que cercano literalmente adyacente, pero ante el cual se han intentado trazar férreas barreras simbólicas que lo proyectan como un ente remoto y lejano.
Pedro L. San Miguel pertenece a la Universidad de Puerto Rico
elpais.com/España/Investigación Internacional
Publicado el 16 de septiembre de 2010
Por Amy Goodman
Bonn, Alemania.–El hecho de que la Primera Dama Michelle Obama comenzara una huerta orgánica en la Casa Blanca, provocó que se debatiera a nivel nacional sobre temas como alimentación, obesidad, salud y sustentabilidad. Desafortunadamente, la actitud “verde” que se tuvo en el patio de la Casa Blanca no se ha trasladado al techo.
En 1979, el Presidente Jimmy Carter instaló paneles solares en el techo del Ala Oeste de la Casa Blanca en el marco de una nueva estrategia de energía solar. “En el año 2000,” dijo Carter, “el calentador de agua solar que hay detrás de mí y que está siendo instalado hoy, continuará en ese mismo lugar dando energía eficiente y barata. Para la próxima generación, este calentador solar podrá ser una curiosidad, una pieza de museo, un ejemplo del camino que no se tomó, o puede ser una pequeña parte de una de las mayores y más excitantes aventuras que el pueblo estadounidense haya emprendido jamás.”
Triste pero cierto, luego de asumir la presidencia, el Presidente Ronald Reagan hizo desinstalar los paneles y algunos de ellos, de hecho, terminaron en diferentes museos. El activista ambiental Bill McKibben, fundador del grupo 350.org, me preguntó: “¿Sabes dónde está uno de esos paneles? Está en el museo privado del empresario Chino que construyó la compañía termo solar más grande del planeta: Himin Solar. En China, se han instalado sesenta millones de éstos paneles.”
En 1990, los paneles de la Casa Blanca fueron retirados de los depósitos del gobierno y puestos en uso nuevamente por la universidad Unity College del estado de Maine. Para defender la energía solar, McKibben se unió a un grupo de estudiantes de Unity College, juntos llevaron uno de los paneles desde la universidad hasta la Casa Blanca y pidieron que fuera colocado nuevamente en el techo, pero la Casa Blanca se negó.
Una de las promesas de campaña del Presidente Barack Obama fue que crearía millones de puestos de trabajo ecológicos. Obama contrató a Van Jones como el zar de los empleos “verdes” de la Casa Blanca y lo despidió poco después de que Jones se convirtiera en blanco de ataques de lo que él llamó una “cruel campaña de difamación” impulsada por el canal de noticias Fox News. Obama se enfrenta ahora a un enorme problema de desempleo que pone en riesgo no sólo el sustento de decenas de millones de personas, sino también las perspectivas políticas de los demócratas.
Aquí en Bonn, la respuesta no podría ser más clara: utilice el dinero de los paquetes de estímulo económico y desarrolle políticas para fortalecer la industria “verde” y generar un sector de puestos de trabajo ecológicos, por ejemplo, la fabricación, instalación y servicio técnico de paneles solares.
Alemania, una de las economías más avanzadas del mundo, hizo justamente eso.
Según informa el periódico Financial Times, el año pasado las instalaciones de células fotovoltaicas alemanas llegaron a ser más de la mitad de las realizadas en todo el mundo.
Estoy aquí para cubrir el 30º aniversario de los premios “Right Livelihood Awards”, conocido también como “Premio Nobel Alternativo”, un maravilloso encuentro de decenas de activistas y pensadores de todo el mundo. Entre ellos, Hermann Scheer, miembro del Parlamento Alemán.
Al recibir el premio Right Livelihood Award, Scheer dijo: “La energía solar es la energía de la gente. Utilizar esta energía no requiere grandes inversiones por parte de unas pocas corporaciones enormes, sino que requiere miles de millones de inversiones por parte de miles de millones de personas que tienen, de esta manera, la oportunidad de dejar de ser parte del problema para pasar a ser parte de la solución.”
Alemania está haciendo que eso se vuelva realidad. Los equipos de energía solar a pequeña escala, tanto a nivel residencial como comercial, no sólo generan empleo, incrementan la eficiencia y reducen los costos, sino que además permiten a los dueños de estos sistemas vender el excedente de energía a las centrales eléctricas, invirtiendo el sentido de sus medidores, siempre y cuando las condiciones lo hagan posible.
Aquí en Bonn, se encuentran además representantes de la organización Grameen Shakti, de Bangladesh. Esta organización otorga préstamos y ofrece asistencia técnica a personas pobres de zonas rurales para que puedan instalar sistemas de energía solar en sus casas, muchas veces brindando de esta manera la posibilidad de acceder a la electricidad por primera vez en la historia de la familia. Grameen Shakti ha ayudado a instalar 110.000 sistemas y con frecuencia es una mujer la persona contratada para mantenimiento del mismo, lo que genera fuentes de trabajo, empoderamiento de las mujeres y mejora de los niveles de vida.
También en Bonn se encuentra la sede central de la Convención sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, propulsora de las frustradas negociaciones de Copenhague sobre el cambio climático. Los países miembro de la O.N.U. y otros interesados en el tema se reunirán nuevamente en diciembre de este año en Cancún, México. Sin embargo, las expectativas de que se logre progresar sustancialmente se reducen cada día.
La huerta orgánica de la familia Obama demuestra que cuando la pareja pública más poderosa toma partido por algo, la gente presta atención. En vez de haber dicho simplemente no, el Presidente Obama podría haber dado señales de una importante afirmación al reinstalar el panel solar en el techo de la Casa Blanca: tras el desastre petrolero de BP en el golfo de México, tras la invasión imprudente y la ocupación profundamente costosa de Irak (que muchos consideran se basó en nuestra necesidad de petróleo), tras la masiva y continua pérdida de empleos, estamos cambiando. Impulsaremos un movimiento vital, de alejamiento de los combustibles fósiles y acercamiento a energías sustentables, a puestos de trabajo ecológicos.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2010 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 600 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 250 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.