El cierre del semanario Clave y de Clave Digital a principios de agosto ha provocado en algunos sectores serias inquietudes por el curso, que consideran ominoso, de la libertad de prensa en el país. Expresión de esta inquietud fue la convocatoria a un panel, pocos días después de la clausura de ambos medios, hecha por la Cátedra Unesco y varias organizaciones de la sociedad civil, para discutir sobre el futuro inmediato del periodismo de investigación –uno de los fuertes de ambos Clave--, al que muchos consideran epítome del “buen” periodismo.
No es la primera vez que en el país se discuten, con aprensión de cataclismo, las amenazas a este género periodístico, tan escaso en nuestro ejercicio. Participante en el panel como directora ejecutiva de la también desaparecida revista Rumbo --¡oh, la nostalgia!-- planteé mis consideraciones sobre la idea, sostenida por otros, de que el llamado periodismo de investigación es el más firme sostén de la democracia y exclusiva reserva deontológica de la profesión. Y lo que dije lo hice mostrando al público la edición del libro Periodismo de investigación en República Dominicana, hecha en 2003 por Infomega para recopilar las intervenciones de cinco periodistas en un seminario sobre el mismo tema, que tuve el privilegio de prologar.
En ese prólogo escribí lo siguiente: “Creo, sin embargo, que mis colegas pecan de parcialidad al analizar el periodismo de investigación como género y, a su través, al periodismo tout court. Que se deslizan, en general, hacia una ortodoxia teórica que soslaya la diacronía de todo hecho cultural en tanto que productor de sentido, incluso en condiciones de modernidad tardía como la nuestra”. Con esta premisa, que no ha variado desde entonces sino que he apuntalado con otras reflexiones e informaciones, transcurrí por caminos distintos al de las venturas y desventuras de un género. Sobra decir, por tanto, que en momento alguno le lamí al periodismo de investigación las heridas infligidas ni lloré sobre su leche derramada.
Lamentablemente, una nota difundida por Participación Ciudadana me atribuye juicios que nunca hice y me abandera con causas –la de defensa teórica y política del periodismo de investigación-- de las que no participo, aunque me parezcan encomiables. Nota que también me reconfirma la necesidad perentoria de poner mayor empeño en mejorar la capacidad intelectual, profesional y crítica de los periodistas para evitar que distorsionen lo que leen o escuchan, no por mala fe sino por preocupante incapacidad intelectiva.
Pero en el panel convocado por la Cátedra Unesco, dirigida en el país por la brillantísima María Isabel Soldevila, no solo se habló de periodismo de investigación como género sino, y forzosamente, de sus avatares. Los Clave daban la clave: las presiones políticas del gobierno presidido por Leonel Fernández buscan abismar la libertad de prensa, pilar indiscutible de toda democracia.
No fui contraria en el panel, ni lo sería en lugar alguno, a quienes discurrieron por los caminos críticos a la burda estrategia gubernamental de cooptar (en la nota de PC me ponen a decir “captar”) la opinión pública a través de la adhesión de los medios de comunicación. Posiblemente nunca como ahora haya habido en el país un mayor número de periodistas asalariados del Gobierno. Esto es tan obvio que no necesita ser demostrado, como tampoco lo necesitan sus perniciosos efectos sobre la calidad de la información que sirven los medios.
Aventuré entonces mis propias hipótesis: cité al “ogro filantrópico” de Octavio Paz para describir cómo mediante vínculos y gratificaciones de muy diversa naturaleza, el gobierno de Leonel Fernández va metiendo en el saco de la incondicionalidad a todo el que pueda, dueños de medios incluidos. Pero como ogro que es, sabe también olvidarse de su utilitaria filantropía y comerse, mediante amenazas o hechos reales, a quienes no comparten ni su estilo ni sus propósitos.
Pero hasta ahí mi coincidencia, porque tengo también una segunda parte, parece que muy personal para determinados círculos, de la versión sobre la debacle crítica del periodismo dominicano. Una parte que destaca los intereses económicos de los propietarios de medios (nada que ver con la mohosa discusión sobre la “propiedad”), cada vez más diversos, más interrelacionados y más dispuestos a no dejarse dañar la fiesta por periodismo alguno, investigue o no. El periodismo está para servirles, y en eso no se pierden. Para algo compran y hasta concentran medios.
Mas esta entrega de “Perdonen la molestia” se va haciendo más larga de lo que yo misma deseo. En la próxima me arriesgaré a cuestionar algunas leyendas urbanas sobre este periodismo nuestro que estará en cualquier parte, menos en el cielo.
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