Por Margarita Cordero
Si algo ha logrado el presidente Leonel Fernández es contagiar a su gobierno de su sentido ficcional de la realidad. Lanza una frase cohete, y todos la repiten sin parar mientes en que hacen el más desolador de los ridículos. Queriendo ir más allá que su mentor en esa carrera demencial por negar lo concreto, se enzarzan en el "desarrollo de teorías” de la percepción que terminan en puras cantinfladas.
Y lo digo de corazón, no deja de ser penoso que quienes pretenden iluminar los senderos del país no sean otra cosa que meros ensambladores de frases vacías, ajenas a la lógica más elemental, incapaces de convencer a nadie y que terminan exponiéndolos al desdén público.
Que la opinión negativa de la población sobre el Gobierno es mera construcción mediática no lo cree ni el propio Leonel Fernández. Solo que, demostrando nuevamente cuán equivocados están quienes le atribuyen ser un experto en comunicación, quiere disolver esa muy concreta opinión adversa en un renovado magma verbal y en la multiplicación de cortes de cintas de cuanta obra y obrita haya terminado cualquiera de sus muchos ingenieros acólitos.
Pero hay también “hechos” concretos que deberían apuntalar el esfuerzo, ese sí que mediático, de convencer de su equivocación a casi las tres cuartas partes del país. Parte de esos esfuerzos es, por ejemplo, el nombramiento de Celso Marranzini en sustitución de Radhamés Segura en la vicepresidencia de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), que algunos han calificado de jugada balaguerista. Sacrifica su peón en aras, supuestamente, de darle jaque mate a la reina de la crítica empresarial al desastre continuado del sistema eléctrico. Al defenestrado, lo nombra en un cargo para el que no tiene competencia, asesor en Asuntos Energéticos del Ejecutivo, puesto que no la pudo demostrar al frente de la CDEEE. Las denuncias de corrupción que involucran a Segura, bien, gracias. Ya simuló degollarlo en la piedra sacrificial de la separación del cargo. Que todos tengamos la ¿percepción? de que ha hecho justicia. ¿Lo logra? Definitivamente no, y valen para demostrarlo las reacciones de la gente común y corriente, no la de los representantes de la clase política, que para todo tiene un discurso de cajón.
Otro intento de cuadrar el círculo lo realizó el presidente Fernández en Santiago, cuando instó a Julio César Valentín, vaya a saber por qué, a identificar, imagino que junto a todos los diputados, las fuentes de los recursos que permitirían cumplir con la Ley General de Educación que establece el 4 por ciento del producto interno bruto (PIB) como presupuesto del sector.
Quedándonos en ese plano subjetivo de las percepciones, la mía es que Fernández se ha vuelto despistado o se mofa burdamente de la inteligencia de sus gobernados. Porque acontece que para cumplir con la Ley de Educación no son necesarias leyes especiales, ni fuentes de ingresos que deban ser identificadas. La ley es clara: habla del PIB, es decir, de los ingresos monetarios totales del país que derivan de la producción de bienes y servicios. Cuando elabore el Presupuesto, que reparta bien, es todo.
Sibilino, no podía dejar de hacer mención en su discurso de inauguración del año escolar de logros históricos como si fueran suyos. Habla de acceso universal a la educación –y yo entiendo “matriculación”— insistiendo en que, pese al bajo presupuesto de la cartera, no hay rincón del país en que los dominicanos y las dominicanas no puedan entrar al sistema. Y eso es cierto, solo que el logro no es suyo, y que tampoco la matriculación es un dato intrínsecamente auspicioso, como lo es cuántos terminan la escuela. De todos modos, desde los años noventa del pasado siglo los índices de matriculación alcanzan más del 90 por ciento.
Para hacerse una idea concreta de cómo ha marchado la matriculación en las últimas décadas, hay que ver los datos aportados por el investigador Frank Cáceres, construidos a partir de fuentes al margen de toda sospecha de estar mediados por una “percepción” infundada. Según las encuestas Encovi y Enhogar, que él cita, correspondientes a los años 2004 y 2006, la tasa de matriculación de niños y niñas de 3 a 4 años era de 42.4 y 34,5 por ciento, respectivamente; de 77 y 74 por ciento en la edad preescolar, es decir, a los cinco años; de 94, 4 y 94,5 por ciento para el rango de edad de 6 a 13 años; y de 86,9 y 88,6 por ciento para la edad media, que comprende el grupo de 14 a 17 años.
Si observamos bien, los gobiernos de Fernández tienen pocos méritos propios que exhibir en materia educativa. Salvo, desde luego, que se atrevan a decir los voceros oficialistas que la capacidad cognitiva de quienes elaboraron los datos está alterada por el consumo de cualquier droga traficada en el mundo opositor.
Reportado por Eulalio Almonte Rubiera
(Reproducido de http://margarita-perdonenlamolestia.blogspot.com/)
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