Queens, N.Y. (Atanay.Com).-Uno se pone a sacar recuerdos del archivo de La Vida… y ahora, entresacamos el recuerdo de Mario, de Mario Álvarez Dugan, el afable Cuchito, quien andaba siempre con un saco de buen humor tanto en la testa, y en su mirada. Y en su boca.
La Vida lo fue sacando poco a poco de esta dimensión para que los de su entorno no sufriéramos de un solo golpe su partida hacia el mundo de las expansiones infinitas.
Cuchito se fue el otro día para la Eternidad, desde la Clínica Corazones Unidos, invento científico-social del doctor Luis Cuello Mainardi, en combinación con Freddy Beras Goico, en donde caben bien los pacientes con mucho dinero. Y también los indigentes del país, al través de la Fundación Corazones Unidos. Una entidad de “todo el mundo”.
Aquel sitio ya no le era extraño a Cuchito, pues iba o lo llevaban con frecuencia. Y así fueron menguando sus viajes a las clínicas famosas de Cleveland, en Estados Unidos, adonde iba cada año a que “me chequeen el reloj”, como en son de relajo, decía tan viejo y querido amigo. Y disminuían a la vez sus presencias en la Redacción del periódico Hoy.
Lamentamos ahora no haber oído su voz, en los días cercanos a su partida. Aunque lo llamamos pocos días a su casa, antes del último internamiento en “Corazones”, pero entonces, él estaba durmiendo.
Para quien escribe esto, Cuchito es una persona singular. Era, un traficante de afectos. Recordamos uno de sus poquísimos viajes a Nueva York, en que lo invitamos a nuestra casa. Entonces, un gran amigo mutuo, era Embajador Jefe de la Misión Dominicana ante Naciones Unidas: Alfonso Moreno Martínez.
Tras la invitación aceptada, Cuchito nos dijo: “Reginaldo: mira a ver si puedes hacer que Alfonso vaya a tu casa, para reunirnos. Es un gran amigo y un valor humano grande”, Así, exactamente, recordamos que nos dijo nuestro antiguo jefe en el ahora desaparecido y gran diario criollo La Nación.
La reunión se dio… y tocamos todos los puntos. Desde periodismo, dominicanidad, exilio, comida… y tragos. Y relajos, también. Porque la naturaleza de Cuchito no le permitía estar mucho tiempo sin decir algo jocoso.
La querida colega Ángela Peña nos mantuvo al tanto de cómo iba y venía la salud de Cuchito. Y nos pasó algo que de veras lamentamos.
Nos dijo, que Cuchito y Matilde, su amable y excelente mujer, vivían en la calle Eduardo Vicioso, en el Ensanche Bella Vista. Eso lo supimos cuando Cuchito se encaminaba hacia la muerte, mas nosotros pasamos un montón de veces por esa casa, sin saber que esa era la casa.
La última vez fue en el agosto que acaba de pasar, pues por allí vive una entrañable amiga, Egna Moscoso de Fajardo, sobrina de otro gran amigo ido, Luis Lembert Peguero, y sobrina también de “La Alondra del Birán”: Dorila Lembert Peguero quien, cuando el primer gobierno del PRD, fue Gobernadora de la Provincia de Barahona.
“Arresulta y viene a ser” que en esa casa de Cuchito estuvimos en cena y tragos hace una buena cantidad de años, el mismo Cuchito, Matilde, Luz nuestra esposa, y Luis Méndez Lagreaux, primo de Cuchito, y de su papá, don Cucho, y de ñapa… ¡Luis era el padrino de Cuchito!
Aquella fue una sesión memorable. Luis, quien vivió en Nueva York muchísimos años y dirigió el Comité Dominicano de la Cordialidad, está sepultado en un cementerio de Miami, donde quiso que pusieran sus restos. Ya lo había dicho antes a sus hijos, en medio de risas: “No me entierren en Nueva York, que hace mucho frío”.
Recordamos que en un momento de esa cena (era tiempo de Navidad) Cuchito nos hizo salir al frente de la casa, y nos señaló otra casa cercana, donde había una fuente con abundante agua y bombillitos a colores. “Ahí vive”… (Alguien a quien le habían dado el grado militar de general).
Y agregó: “Ahora mismo él (el vecino) debe estar sentado a la mesa, en calzoncillos, con su quepis de militar puesto, descalzo, y fajao con un caldero, raspando concón.”
A su casa lo visitamos en Bella Vista, hace muchísimos años. Entonces, no había esos edificios grandotes, con muchos pisos y docenas de apartamentos. Ahora, la casa suya y de Matilde es la única en aquel barrio, en medio de grandes edificios.
Luego, lo visitábamos en la Redacción de Hoy en su despacho en el que, como en El Caribe, siempre tenía reuniones de amigos. En su oficina de El Caribe, casi era fijo Mirtilio Peguero, un popular barahonero que pasó a la otra vida poco después de llegar a los noventa años.
Un amigo mutuo, con quien Cuchito mantenía relaciones casi como hermanos, era el presbítero Oscar Robles Toledano, ido hace unos años, con sus ochenta y pico de vida terrenal.
Una vez, nos sorprendió Cuchito cuando reprodujo un artículo nuestro, publicado en un periódico de Nueva York donde fuimos ejecutivos, y en el que hablábamos del amigo Robles Toledano. Al P. Robles, al que todos lo trataban con el respeto de su dignidad religiosa, Cuchito lo trataba con un irrespeto alegre y fraternal, que era del gusto del culto y parsimonioso sacerdote.
Era que Cuchito fue amigo de todo el mundo, sin tener bando político ni religioso. Y solía burlarse de las calamidades.
Y ahora, cuando sus familiares y amigos consideramos calamidad su partida, de seguro que desde Allá, debe estarse riendo.
Y contando cuentos, entre los ángeles…
Meditación
Hay, en medio de la vida, charcos. Unos, sucios; otros, claros. Y otros más, transparentes. Uno, de acuerdo a su sentir, y a su evolución, se acomoda en el charco que esté a su nivel. Y en él se baña. Y se recrea. La Vida no es juez ni juicio. Es naturaleza… sencillez… Vida misma. Tú, puedes escoger el charco que mejor te acomode. Pero si te pones a investigar dentro de ti mismo, puede que saltes de uno de tus charcos interiores, hacia otro, de mejor talante. Todo depende de tus aspiraciones. Y de tu esfuerzo.
Reginaldo_Atanay@yahoo.com
Hasta ahorita…